Todo movimiento organizado que se precie y que tenga aspiraciones serias de crecimiento, o sencillamente de resistir el paso del tiempo, requiere de un relato, de un legado, y también de una épica propia. Somos en tanto que nos diferenciamos, construimos nuestra visión del mundo condicionados por nuestras afinidades, y discernimos -subjetivamente- entre el bien y el mal, en función de las filias y las fobias que inoculamos, y así, se configuran nuestras identidades: múltiples, matizadas, matizables, y mestizas.

Nuestro ´Mayo del 68´

Hace un año, el Levante vivió su particular Mayo del 68. Una insurrección de las bases que buscaba evitar a toda costa que se perpetuara el poder omnímodo de la Fundación en su calidad de máxima accionista. El rumbo de la entidad se mantenía en manos de una minoría no electa, y en muchos casos, de dudosa representatividad y afinidad levantinista. Así, germinó un malestar latente y silencioso, fruto de una arquitectura institucional deficiente, que quedó en evidencia tras el opaco y confuso proceso de venta al empresario norteamericano, Robert Sarver, que acabó frustrada.

Se estuvo cerca, pero...

Las reivindicaciones de reforma comenzaron a tomar cuerpo, con el cuestionamiento de las legitimidades como eje, y la apertura de la toma de decisiones en la entidad como objetivo. Se estuvo cerca, pero la estrategia del pucherazo, orquestrada desde el statu quo, dinamitó con eficacia cualquier atisbo de reforma y cambio real, gracias al filibusterismo, tretas pseudolegales, y al menosprecio inaceptable de un histórico como José Luis López. Todo ello urdido por una coalición de intereses tejidos a lo largo de muchos años, antes incluso de la llegada de Quico Catalán.

Igual que en las calles de París aquel entonces, el orden sometió al descontento, y los promotores de la revuelta acabaron divididos, cautivos y desarmados frente a un movimiento reaccionario que defendió con uñas y dientes el continuismo, y como no, su prevalencia.

Oposición menguante

Con la próxima Junta General de Accionistas en el horizonte, quedará de manifiesto, una vez más, el re-anestesiamiento de la masa social granota: la asistencia volverá a ser testimonial, se repartirá triunfalismo en buenas dosis, y tendrá su momento de gloria una oposición, presuntamente encarnada por el FROG, que ha ido perdiendo seguimiento, discurso propio, y presencia pública, de forma alarmante.

Viable por sí mismo

El actual Consejo ha demostrado con su gestión que el Levante es un club viable por si mismo. Una democratización real es el paso pendiente y definitivo que el Presidente debe de abanderar para concluir su mandato y, de este modo, que los levantinistas puedan ser de verdad dueños de su propio destino; a través de una consulta organizada por el propio Club que otorgue voz a sus aficionados, para que los abonados-accionistas puedan determinar quiénes deben ser los futuros dirigentes de la entidad, bajo una premisa; una persona, un voto.

Dos años para pensar

Es evidente que a día de hoy la hinchada tiene la cabeza en otras cosas. Ahora bien, si quieren evitar un directorio perpetuo de los de siempre que decida en su lugar, tendrán que pelear por ello, porque nada les vendrá dado. Tenemos dos años para reflexionar sobre esta cuestión.Si realmente queremos cambiar, no debemos pensar juntos, pero sí empujar en la misma dirección. ¿Sabremos? Esta es la revolución pendiente en el levantinismo.

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