Un año más, ante el cierre del ejercicio económico, el Levante presenta un balance sólido y unas perspectivas de futuro más que alentadoras, gracias a la paulatina reducción de la deuda, y la refinanciación a largo plazo de la misma. El hito no es menor, más aún si se tiene en cuenta que, hace menos de una década, la entidad se asomó al abismo de la desaparición -como tantas veces en su historia-. Aunque las cuentas en lo deportivo están mucho menos claras de lo deseado, la evaluación del capítulo económico y social es más que positiva. Sin embargo, más allá de las cifras, existe una realidad soterrada, que no siempre resulta fácil de contar y digerir.

Desmovilización

El levantinismo está desmovilizado. Sí, aún con el mayor registro de abonados de la historia, y los mejores datos de asistencia al Ciutat jamás conocidos. Atrás han quedado los desplazamientos masivos, los recibimientos al equipo, los tifos y acciones de animación conjunta de todos los sectores de la grada. En estos años de expansión, el club ha crecido en clientes, más no tanto en seguidores, de los de verdad, de los que están al pie del cañón, defendiendo el azul y grana, en las buenas, y en las malas.

El hincha clásico

El testimonio más reciente es la temporada anterior, en la que a pesar de haber obtenido un ascenso de récord, no se produjo una movilización ni remotamente comparable a la de cursos anteriores. Quizás el precio de crecer sea ese; terminar por acostumbrarse al fútbol de élite y aceptar como normal lo que hace no tanto era absolutamente excepcional. Puede que sea únicamente el sino de los tiempos, que alienta, promueve y consolida un modelo de negocio que ha convertido al fútbol en un producto cada vez más global y masivo, y donde el hincha clásico no abducido por el consumismo rampante cada vez se encuentra más en fuera de juego.

Cuestión de identidad

Es posible que Orriols ya no sea ese lugar donde el romanticismo del barro y de la militancia futbolística clandestina tenía su lugar de culto en la capital del Turia. El tránsito de la contracultura al ´mainstream´ abre todo tipo de contradicciones sobre lo que es ser granota en el Siglo XXI. Si los planes de desarrollo y crecimiento de la entidad continúan su curso, se pondrá a prueba la identidad a la que muchos seguidores se aferraron en los años duros. Crecer respetando las esencias que han permitido la supervivencia de una aventura improbable como es el Levante U.D. es, sin duda alguna, un reto para el que aún no hay respuesta clara.

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