El Valencia vuelve a por sus fueros, que no son otros que la lucha, el coraje, la entrega, la determinación en una idea fija: tratar de hacer las cosas lo mejor posible, y cuando se dé el caldo de cultivo necesario, ganar un título. Para ello, el club ha entregado todo su leal saber y entender a Marcelino. Grandioso entrenador, que acapara el centro de atención en la faceta deportiva. Ya no se habla de deuda, directores deportivos, gerentes, mánager general, jefes de prensa u oficinistas. Sólo de deportistas. Por eso la afición está tan enganchada. Sólo queremos hablar de nuestro equipo. Las oficinas, como mucho para fichajes y descartes.

Derecho moral

La presencia de Marcelino en la banda es esencial para los aficionados. No es casualidad que coincidiera su sanción con el tropezón de Getafe. Con todo el respeto a su equipo de trabajo, empezando por Uría. Pero hay personas que son su propio negocio con dos patas. Todos conocemos a sujetos que son genio y figura, que son el que vende las entradas del garito, la gracia del sitio. El carisma es como el derecho moral del autor, en propiedad intelectual: algo inalienable, imprescriptible, irrenunciable e inembargable. Marcelino es el dueño de su propia banda, y eso está por encima de su voluntad. Se trata de una vibración, un estado emocional por encima de los datos y las estadísticas. Se trata del poder de la Fuerza.

Toma y daca

Contra el Celta, el equipo recuperó su statu quo. Es un grupo preparado para sufrir, que entra al trapo, al toma y daca, que no se esconde. Va a saco, como los kamikazes. No disimula sus carencias pero, confía tanto en sus posibilidades, que la belleza de sus maniobras oculta las sombras. El partido fue bonito, muy bonito. En la primera parte, el Celta trenzó contragolpes a placer, con Aspas a la cabeza, con ocasiones claras e incluso un penalti no pitado. Aspas. Qué jugador. Suda tanto que parece cansado, ahí, jadeando. Pero tiene siempre fuelle para un reprise más que su marcador.

Míster K

La victoria no debe hacernos olvidar que, desde los tiempos de Nuno, este equipo tiene tendencia a dejarse llevar por la corriente y comenzar a correr como pollos sin cabeza. Un ejemplo: en la primera parte abusamos de centros a la olla, con plena ventaja para los centrales, cuando el equipo tiene calidad sobrada para jugar raso y romper la línea. Otro detalle significativo es que Kondogbia está en todas partes, no sólo en el círculo central: en una jugada determinada, con 0-0, trazó un desmarque en profundidad que conllevó un pase de más de cuarenta metros. No la cazó, pero presionó tanto al defensa que logró un saque de banda, que él mismo puso en circulación, a toda prisa, fuera de sitio.

MVP

Kondogbia, estuvo omnipresente. Parecía tres en uno. Tiene el don de la ubicuidad, puede estar en dos sitios a la vez. Magnético caso el suyo, que promueve que se deban echar los restos por su fichaje. Puede que no haya dinero para Guedes, pero hay que echar el resto por el francés. Roba, juega, dribla, abre a las bandas, juega en corto, desplaza en largo, ataca y defiende. No es un box to box: es un match to match. Partido tras partido, desmoraliza a la tropa enemiga, es mi jugador rotulador: rellena los huecos. Fue mi jugador MVP del partido. Y desactivarle se ha convertido en el Expediente X de todo equipo rival.

Momentazos

El otro grande fue Zaza, nuestro panzer. ¿Qué pócima mágica le dieron de pequeño? Frente a los vigueses, protagonizó dos momentos cumbres. El primero, un regate en seco dentro del área. Zaza hizo un ‘Butragueño’ de los primeros tiempos en el minuto 18. Se frenó con la pelota en los pies, y con su cuerpo frenó el tiempo. Luego se sacó un quiebro de dibujos, que a punto estuvo de acabar en gol sin ángulo. Para desquitarse, marcó a los diez minutos. Y tras la euforia, la rápida llamada a la calma: mandó templar los ánimos, como Ayala en la Rosaleda, en la 01/02. Al gol respondió Neto, con paradón de superhéroe, en el 34. En el 36, Rodrigo firmó un regate de autopase que, si lo firma Aimar en su día, se cae el campo. Y en el 38, Kondogbia se marca un taconazo de la casa en la recuperación que hace que se me atraganten las pipas.

Capitán

Y, por encima de todo, Parejo. Parejo. Parejo. ¡Qué exhibición en la primera parte! Qué gran Mundial jugaría si le dejaran. Luego vino el inesperado gol celtiña, y la consabida precipitación. Marcelino cambió calidad (Rodrigo) por efectividad (Mina). Mestalla murmuró, pero a Marcelino los cambios le salen bien, como en su día a Benítez. Luego, el penalti. Es de libro. Diga lo que diga Aspas. Nacho Gil esconde la pelota con un movimiento tan sutil, que el defensa toca hueso. Puestos a quejarnos, a Zaza le regalaron la quinta amarilla por recibir un penalti de escándalo, no pitado. Pero de eso no hablarán. En fin, partidazo en -y de- Mestalla, y el Eibar a la vista. No procede aún, pero permítanme soñar. Si no lo hago ahora, ¿cuándo?

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