Otra tarde para olvidar de un Valencia que hizo un partido incomprensible. Ajenos al mensaje de su entrenador, que puso en juego toda la artillería que dejó en reposo en La Coruña, los locales parecieron tomarse un día de descanso. Un exceso de comodidad que bien podría haber costado un disgusto serio. Sivera, portero visitante, fue el futbolista más determinante en el resultado final: le regaló el primero a Guedes, que parece tener negocios comunes con todos los porteros que visita últimamente, y se comportó como un principiante en el de Rodrigo, dejando el palo corto desguarnecido.

La acción que mejor resume el partido es, sin embargo, la del tanto de los alaveses. Sobrino, mediocentro visitante, disputa un balón dividido con Parejo, que gana sin tener que emplearse muy a fondo, para poner luego rumbo a la frontal del área. Kondogbia lo mira pasar sin importarle mucho el tema a pesar de que no tenía nadie a quien marcar y estaba por la zona. Parejo trota cochineramente a su popa. Trallazo a la escuadra y gol. Cero tensión, cero interés, pura molicie, como si por ser el Valencia y haber vuelto al nivel exigible de este club ya te fueran a dar el pase a semifinales sin bajar del autobús.

La primera hora de partido fue una tomadura de pelo al aficionado, bastante numeroso para lo que era esto, que se desplazó a Mestalla. Disputado a ritmo de un entrenamiento post-partido, el bueno de Abelardo se frotaba los ojos pensando cómo podían ser aquellos los tipos que van terceros de la Liga. La insistencia de Marcelino en la previa sobre la importancia de no encajar retrasó tanto al equipo que no presionó ni una sola vez el inicio de jugada de un recién salido de la zona de descenso ¡Ni una! Cómo sería la cosa que Zaza apenas hizo un par de esas carreras sobre el central local en plan piloto japonés antes de precipitarse sobre el USS Bunker Hill en 1945. El cero a cero parecía irle bien a todo el mundo.

El fútbol ha cambiado tanto que bien podría ser que la insistencia de los especialistas de la postverdad sobre la bonanza para el primer partido del empate a nada haya calado tanto, que de verdad el Valencia dé por bueno ese resultado ante el Alavés. Lo casi nunca visto, porque por aquí últimamente hemos visto de todo.

La cosa se animó un poco con la salida de Rodrigo, que desde la banda hizo bastante más que Pereira y le puso un poco de espíritu al asunto. Tras el gol de ellos, alguno hasta se puso a correr, pero tampoco crean que con excesivo ahínco. Si allí no interviene Sivera, el disgusto habría sido esta vez ineludible. Algo que no se entiende cuando se supone que este año sí, con permiso de Unai, el Valencia apuesta firme por la Copa. Este no es el camino.

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