La jornada de la Europa League de esta semana no tuvo mucho que envidiar a la Liga de Campeones con, sobre todo, dos eliminatorias en las que los equipos que, a priori, iban de víctimas, fueron finalmente ganadores. Por un lado el Red Bull que eliminó a la Lazio en veinte minutos locos y el Olympique de Marsella que apabulló a Leipzig.

Justamente en ese partido, que los marselleses ganaron 5-2, se produjo un hecho que es lo que nos va a ocupar en este artículo. Resulta que, al final de partido, uno de los dos periodistas que retransmitió el choque para la cadena W9, Denis Balbir, una vez fuera de antena, comentó lo siguiente: «qué partido, es que cuando este estadio está así de loco... que contento estoy por esos maricas, arrogantes en el partido de ida... estaban seguros de ganar... desgraciados».

La parrafada, lanzada con toda tranquilidad a su compañero Jean-Marc Ferreri, se produjo off the record y sin que ningún espectador de la cadena pudiera verlo y oírlo, pero alguien consiguió el video (obviamente parece que podría ser alguien de la propia cadena, si no sería imposible obtenerlo) y lo difundió anónimamente por twitter.

Claro está, una vez en las redes sociales, estas se encargaron de multiplicar el efecto del video y la cadena no tuvo más remedio que emitir un comunicado en el que indicaba que le «suspendía provisionalmente para comentar la Europa League». Es cierto que, ahora, habrá que ver qué hace de manera definitiva W9 y cuál va a ser el destino del Sr. Balbir.

Se me ocurren dos argumentos a desarrollar. El primero es el de si una conversación privada, aunque sea de dos periodistas, puede ser 'hackeada' y utilizada en las redes, de tal forma que lleva a una suspensión de empleo y sueldo. ¿Estaba el periodista trabajando o en un estado privado? Es cierto que continuaba en el estadio pero ya fuera de antena y en un, denominémoslo así, 'momento cuñado'.

Es también evidente que lanzó un insulto a los alemanes utilizando un término despectivo y con tintes homófobos, pero dentro de nuestro mundo vemos y oímos todos los días comentarios poco afortunados en la política, el deporte y la vida en general. Como decía un periodista de L'Equipe, el diario deportivo por excelencia en Francia y uno de los más renombrados del mundo, «si todo lo que se dice en off fuera difundido, estaríamos todos despedidos». Por eso, hay que calibrar ese primer aspecto de si se puede dar trascendencia pública a un hecho privado y si quien lo ha enviado al mundo virtual pero real de las redes sociales ha cometido o no una infracción penal.

El segundo argumento es el uso y abuso de esa redes que convierten a los que las utilizan en víctimas de su propia ineptitud para controlar sus dedos (y su mente) y, en la creencia de que lo que publican es algo 'personal', no se dan cuenta de que lo están enviando al mundo entero, con posibles problemas que les puede acarrear. Twitter, Facebook y otros no son entidades como los antiguos cuadernos en los que uno podía escribir sus pensamientos o lo que le acaecía en la vida.

Esos libros íntimos solo eran para los ojos de quien los escribía y confundir los medios actuales con eso es un error que muchos comenten. Por otro lado, también se utiliza de forma malévola y con intención de dañar, como en el caso presente, en el que el periodista francés se ha visto crucificado, juzgado y condenado.

Una ministra francesa ya le ha puesto una cruz encima y las redes se han desatado, aunque un jugador del Olympique de Marsella, Sarr, le ha apoyado no sobre el comentario en sí sino sobre la arrogancia de los alemanes en el partido de ida. No sé lo que le va a pasar a Balbir pero le ha caído una buena encima y no creo que se vaya a recuperar fácilmente, ni en su trabajo ni en su vida cotidiana.

En este mundo de lo políticamente correcto, aderezado además con la facilidad de la denuncia por medios de alcance global, se antoja cada vez más complicado hablar y me recuerda una película en la que una psiquiatra le decía a una pareja con problemas que si no tenían algo bueno que decirse durante el día, mejor se callaran y así pasaban la jornada...

Quizá ese método sea un tanto drástico porque hablar, aunque sea de forma neutra o negativa puede llevar a debatir y a comentar algo bueno. Lo que sí está claro es que nuestra forma de ver las cosas ha cambiado en forma dramática, porque hay un Gran Hermano que vigila todo (vemos que hay acceso a toda la información, incluso privada) y que, no solo hace eso, sino que lo publica... y eso es algo que George Orwell ya nos predijo, en su famoso '1984'. No hay mejor momento para releerlo.

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