Hubo momentos, antes del fatídico segundo gol del Barcelona, que vimos un buen Valencia. Una versión parecida a la de aquel equipo finisecular que recordaba Tito Bau y que, con esa insensatez que nos caracteriza, todavía creemos que alguna vez volverá. Aguantaba más o menos bien atrás -con la línea demasiado retrasada y con Vezo, pero aguantaba- y soltaba unos contragolpes letales. El Camp Nou detecta al instante cuando tiene delante a unos tipos que saben jugar al fútbol. Y los de ayer saben, vaya si saben. Comandado el enemigo por un Guedes imperial, allí se mascaba una de aquellas tragedias de principios de siglo. Luego todo se vino un poco abajo, el Turia regresó a su caudal de río menor y el partido fue muriendo sin más.

Oportunidad perdida

Perdió el Valencia una buena oportunidad de dar un golpe de mano, desde luego. Primero porque tuvo hasta más ocasiones que su rival. Y también porque dejó que el Barcelona ganara el partido sin Messi. El argentino apenas compareció, alicaída víctima primera de una debacle europea que tiene visos de acabar con su particular Moriarti -Ronaldo- adelantándole por la derecha en lo más alto del fútbol mundial. Abandonados por su estrella, los azulgrana no sabían muy bien cómo hincarle el diente al partido. Lo hicieron en una combinación perfecta, si no tuviéramos en cuenta que la línea de cuatro del Valencia reculaba hasta el punto de penalti en cada ataque del rival. Cualquier triangulación bien culminada en el área estaba condenada a ser mortal. Suárez, calamitoso hasta la exasperación en sus últimas comparecencias, embocó a dos metros de Neto. Un fogonazo que no escondía la parsimonia de un Barcelona que tocaba a un ritmo cansino, ni tranquilizaba a una parroquia local que, después del bochorno y ridículo que tuvo que aguantar ante el Roma, veía que Guedes podía destrozar el escaparate en cualquier momento.

¿Rodrigol?

Pero el gol visitante no llegó. Básicamente porque Rodrigo no tuvo el día. Dispuso de ocasiones más que suficientes para marcar. Algunas de ellas, inmejorables. Como la que precedió al segundo del Barcelona. Solo ante Ter Stegen, su remate recordó al Rodrigo pusilánime de antaño y reafirma a quienes tenemos escalofríos de terror al pensar en el brasileño como el nueve de España en la final del próximo Mundial. Hay cosas con las que no se puede bromear. Perdonó Rodrigo porque no es un killer, ni lo ha sido ni lo será. El único futbolista de la plantilla con esa condición es italiano y gozó de diez minutos en el Camp Nou.

Otra del portero

El Valencia terminó por desangrarse tras otro error individual. Sí, volvió a ser de Neto. El brasileño, primer portero de la historia al que se ensalza por no dejar que le entren todos los balones en la portería, volvió -y esto ya se acerca a la condición de fenómeno paranormal- a fallar con estrépito en un partido grande. Se comió un remate fácil de Umtiti y no contó esta vez con la colaboración del árbitro para tapar el estropicio. Por razones misteriosas, ahí se terminó el partido. A pesar de que el Valencia había sido incluso mejor que su rival, sus futbolistas decidieron que había que entregar la cuchara. La intensidad bajó, Parejo pasó de la carrera al paseo, y lo que parecía un día de aquellos grandes se convirtió en otra derrota formato ni quiero ni puedo. Marcelino lo acabó de estropear con unos cambios delirantes, sacando del campo a Guedes y optando antes por Vietto -que, como Vezo, no debería volver a disputar un solo minuto con la camiseta del Valencia tras lo que mostró ayer en Barcelona- que por Zaza. Bien pudiera ser que quisiera echar el freno para no levantar demasiadas expectativas de cara a la temporada próxima.La clase de Guedes

Derrota agridulce, por tanto, en la que tanto nos podemos quedar con ese Valencia atacando en tromba sin un solo complejo, como con la pasividad que mostró el equipo durante la última media hora del choque. Pero que confirma, por si alguien aún no se había enterado, que este buen Valencia, que lo sigue siendo, sólo funciona cuando todo el mundo está enchufado y a buen nivel pero únicamente marca diferencias en la élite a través de Guedes. Si ahí tienen de verdad la intención de volver a ser alguien, el futuro tiene un solo nombre y pasaporte portugués.