Andrés Escobar. Un nombre ligado a una injusticia. El defensa de la selección colombiana nunca pensó que por disfrutar de su pasión, el fútbol, su vida acabaría antes de tiempo. A los 27 años, el Caballero, como así le conocían, se encontró con un criminal que terminó matándole a balazos en el parking de una discoteca y entonces, nació la leyenda. Dos décadas después todavía son muchas las versiones que giran alrededor de aquel asesinato.

Veinte años se cumplen hoy desde aquella fatídica noche. El gol en propia puerta en el Mundial de 1994 es la hipótesis más utilizada para hablar de aquel enloquecido seguidor que acabó con su vida semanas después. En el minuto 35, Escobar trató de despejar un balón centrado desde la izquierda y la mala suerte acabó metiendo aquel balón en el fondo de la portería defendida por Óscar Córdoba. A día de hoy, el desenlace tristemente ya es conocido por todos.

Mucho tiene que ver las expectativas creadas en ese combinado para entrar en el contexto del propio desenlace. Colombia llegaba al Mundial de 1994 con la una losa a su espalda y es que para muchos ciudadanos esa era la mejor selección de su historia. El batacazo fue mayúsculo una vez vieron caer a los de Maturana en la primera fase ante combinados a priori muy inferiores a ellos.

Dos días después de que se cumplan veinte años de la muerte de Andrés Escobar, Colombia disputará por primera vez en su historia unos cuartos de final. El destino lo ha querido así y además lo ha hecho aprendiendo de los errores del pasado. Esta Selección nada tiene que ver con la de 1994. Tal vez Escobar habría congeniado mejor con el grupo de James, Cuadrado, Jackson y compañía. Los de Pékerman son ejemplo dentro y fuera del campo, mientras hace dos décadas el fútbol colombiano dibujaba un fondo negro y extraño relacionado entre otras cosas con el narcotráfico.

La brecha social existente en Colombia en las últimas décadas del siglo XX pudo contribuir de manera sustancial al fallecimiento de Escobar. El fútbol caminó durante años de la mano del narcotráfico y de las apuestas ilegales. Poco tiene que ver la selección actual con el combinado que aterrizó en Estados Unidos para disputar el Mundial de 1994. Los futbolistas ahora compiten a gran nivel europeo mientras por aquel entonces eso era un 'rara avis'. Asprilla, Valencia o Freddy Rincón eran algunos de los que se atrevieron a cruzar las fronteras de su país y escaparon de un fútbol que tenía calidad „los resultados de los equipos colombianos en la Libertadores así lo avalan„ pero que estuvo demasiado envuelto en problemas ajenos a aquello que consiste en dar patadas a un balón.

Mucho tiene que ver el líder político colombiano de la época, paradójicamente con el mismo apellido que la víctima de aquella generación de oro de futbolistas que comenzó por aquellos años 80. Pablo Escobar siempre tuvo un estrecho lazo con el balompié, pero no sólo con él. El narcotráfico, los delitos de sangre y las apuestas acompañaban su nombre por allí donde pasaba. El fútbol era una de sus grandes pasiones. Acérrimo hincha del Atlético Nacional encontró su éxito cuando en 1989 se hizo con la Libertadores.

Detrás de todo ese éxito, el fútbol era algo más que un mero deporte, era el perfecto motor para lavar el dinero que producía el negocio del narcotráfico. Tres de los mayores narcotraficantes así se valían de ello. Gonzalo Rodríguez Gacha (Millonarios), Miguel Rodríguez (America de Cali) y el propio Pablo Escobar (Nacional de Medellín).

Difícil fue para muchos futbolistas escapar de aquella realidad. Andrés Escobar fue la víctima y el mito de un país que ahora disfruta del fútbol habiendo por fin aprendido de los errores del pasado. En cuartos de final y en Brasil seguirán con la oportunidad de agrandar su leyenda en este Mundial y de paso hacer un homenaje a un símbolo de su fútbol, Andrés Escobar.