El pasado jueves se entregaban en el Palacio de El Pardo los Premios Nacionales de Deporte, unos galardones que reconocen a los mejores deportistas del año y que este año tenían como protagonistas, entre otros, al atleta valenciano David Casinos o el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone. Pero si de la lista de ganadores destacaba un nombre, ese era el de Alejandro Rodríguez Matías, un niño de poco más de siete años que juega en el Prebenjamín del Unión Viera canario.

Alejandro fue condecorado con el mismo galardón, el Premio Infanta de España Doña Elena, que el pasado año recibió el Valencia Basket y que se concede a quienes han destacado durante el año por un gesto especialmente relevante de nobleza o juego limpio en la práctica deportiva, o que hayan prestado una contribución especial a la erradicación de la violencia en el deporte. El joven futbolista, como el equipo de baloncesto, es un ejemplo de Cultura del Esfuerzo. Una imagen suya mediando entre un entrenador y un árbitro en un partido entre su equipo, el Unión Viera, y el Barrio Atlántico dio la vuelta al mundo y ese gesto fue el que le ha valido estar esta semana pasada entre los mejores deportistas del año.

Porque no hace falta ganar medallas y títulos para ser el mejor en lo tuyo. Porque puede que no sea el máximo goleador de su equipo ni el mejor futbolista, pero en aquella ocasión supo que la actitud de técnico y colegiado estaba empañando el verdadero germen de todo esto, un partido de fútbol de prebenjamines, donde la competitividad y la rivalidad deben quedar al margen, porque quienes están sobre el terreno de juego todavía están creciendo y aprendiendo. Son solo prebenjamines con ganas de divertirse y disfrutar. En definitiva, de jugar a fútbol.

En el acto fue Alejandro el más aplaudido y ovacionado, quizá por su corta edad y por su buen saber estar. Los Reyes de España, la Infanta Elena e incluso el propio Simeone se interesaron por él. Mientras Alejandro, acompañado en todo momento por sus padres, actuaba como una persona adulta y demostraba a pequeños y mayores que en esto de la educación no hay edad y que el premio está a buen recaudo en sus manos.