El pasado sábado el campo de Orriols recibió una visita muy especial. La mejor y más esperada desde el 7 de diciembre, la de Ferran Raimundo, el portero del equipo alevín A del Torre Levante que sufrió un derrame cerebral y se sometió a una complicada operación.

Recibió hace 20 días el alta hospitalaria y, desde entonces, Ferran solo tiene un objetivo: ir avanzando, ir creciendo día a día para asombro y sorpresa de todos los que le rodean, desde sus padres hasta los dos neurocirujanos que lo operaron. Porque fueron ocho horas de intervención, muchos días en coma inducido y demasiados momentos de incertidumbre, sobre todo, para los familiares. Pero su fuerza, positivismo y ganas de salir adelante han podido con todo y con más. La silla de ruedas cada vez se queda más apartada, la semana que viene comenzará a trabajar con una profesora particular para ponerse al nivel de sus compañeros e, incluso, ya piensa en apuntarse a la capea que están organizando sus amigos. De ahí que no se lo pensara dos veces cuando tuvo la oportunidad de acudir al campo de fútbol a animar a sus compañeros de equipo. Además, estos le pudieron regalar una victoria (2-0).

Ferran está mejorando y superándose día a día. Está alcanzando objetivos que no entraban en los planes de nadie. Uno de los motivos, su carácter competitivo, inculcado desde muy pequeño por sus padres y, también, por su pasión por el fútbol. Esa que le llevó el sábado a visitar Orriols, la misma que le hace revisar una y otra vez la lista de tuits que enviaron futbolistas y clubes profesionales y, por su puesto, las camisetas y obsequios que recibió durante su estancia en el hospital. «Soy un héroe, mamá», le dice Ferran a su madre, orgulloso y feliz, porque él también es consciente de que lo que está haciendo lo consiguen muy pocos. Es lo más parecido a un milagro, sí.

Lo cierto es que Ferran perdió muchos kilos -hasta 14, que poco a poco va recuperando-, pero nunca, las ganas de luchar. Y la sonrisa. Porque él ha sido capaz de transmitir positivismo y fuerza a los suyos en cada día de recuperación. «Es el más positivo de todos. Ha demostrado que es muy fuerte. De hecho, es él el que nos anima a nosotros», reconocen sus familiares. Y es que no han sido momentos fáciles para la familia Raimundo-Santos. Sin embargo, que cada mañana puedan seguir viendo esos ojos azules brillar con tanta fuerza les vale cualquier esfuerzo. Y los que vengan por delante. «Gracias por estar ahí y ayudarme», le dijo el niño de solo once años a su madre cuando ayer le despertó para hacer ejercicios. Porque él siempre quiere más. «Igual tiene que hacer diez repeticiones y acaba haciendo 15», cuenta su madre Maria Luisa.

Solo así -y con 45 minutos diarios de rehabilitación- ha conseguido erguirse por él mismo y dar los primeros pasos sin ayuda. Necesitará aún muchos meses para recuperarse del todo. Aun así, está superando cualquier expectativa. Y eso es muy positivo. Tanto para él, como para los que le rodean. «Si sales de esta, harás lo que te propongas en la vida», le dijo su madre. Lo hará. Porque ya ha demostrado que es capaz de parar cualquier balón.