Las competiciones se acaban y cada vez son más las fotos de equipos campeones que recibo en el correo electrónico. Y, ¿qué queréis que os diga? Me encanta. Me emociono al ver las caras de felicidad de los más pequeños, se me eriza la piel al ver a unos padres y madres entregados que han hecho camisetas, pancartas, comidas, meriendas y cenas para celebrar que sus hijos son campeones, que el esfuerzo de toda una temporada ha dado su recompensa.

Sin embargo, por desgracia son pocos los equipos que pueden festejar que son los primeros de su categoría. La mayoría se tienen que conformar con la segunda posición, la tercera, la cuarta o la última, qué más da. Esos niños y niñas, no obstante, deben sentirse unos ganadores, solo por el hecho de participar en una competición, por salir cada fin de semana a ganar el partido, por estar aprendiendo, por estar formándose. Lo que hoy aprendan les servirá el día de mañana, seguro.

Porque formar parte de un equipo, ya sea campeón o no, es saber integrarse en un grupo, aprender a compartir con los demás, es comprender al otro, ayudar a quien lo necesita y no envidiar a quien va por delante. Y eso son los valores que se aprenden en la mayoría de escuelas de fútbol base. Unos principios que enriquecen a la persona y que la hacen más fuerte de cara al futuro. Por eso, todos los que practicamos algún deporte llevamos un ganador, un campeón, dentro de nosotros.

Os invito, a quienes este año habéis visto cómo vuestro rival alcanzaba el primer puesto de la tabla, a buscar el ganador que lleváis dentro, ese que no se pone límites ni fronteras, ese que le da igual perder 10-0 porque sabe que la próxima semana habrá una nueva oportunidad, otro partido para ganar o, al menos, volverlo a intentar.

Desde aquí, me gustaría dar la enhorabuena a esos equipos que han cantado el alirón. Porque también se lo merecen y que este verano disfruten de su momento, de la gloria del líder. No sin tener en cuenta que solo ellos son campeones, que el equipo que tendrán al frente, no goza de la misma suerte. Porque aunque todos seamos ganadores, aunque dentro de nosotros lata el alma de un vencedor, solo hay un campeón.