¿Será la definitiva? Esa es la pregunta que más se repite entre el levantinismo. Es evidente que hayan escépticos. Precedentes sobran. La administración concursal ha mandado a Jesús Serna Sánchez y José Rabade (también está en manos de Villarroel) el borrador definitivo de la cesión irrevocable y sin condiciones de las acciones para activar de inmediato la autocartera y con ello la entrada de los empresarios que están a la espera (los Pechuán, José Luis López, José Tomás y/o Vicente Izquierdo, entre otros). Los todavía ´dueños´ notificaron de inmediato que han recibido el escrito de los gestores y hoy deberían devolverlo firmado para que ambos se desprendan de las acciones. Esa es la pieza básica en el plan de ruta, que tendría que completarse con la renuncia de Villarroel a la opción de recompra, pero con el posible peaje de la recalificación.

En principio esta vez sí será la buena, aunque los interventores concursales, los responsables técnicos, el Director General y los trabajadores de oficinas optan por la cautela, con más confianza. Los que están como locos por abandonar el Levante son los de Tomelloso, sobre todo tras el ´golpetazo´ judicial que recibieron recientemente en la Ciudad de la Justicia por el juez Fernando Presencia. Tantas son las ganas que hay de salir pitando que López Lara no para de llamar a Vicente Andreu para preguntarle si el ´circo´ termina ya. Incluso se ha comprometido a echar un cable si alguna de las partes que deben firmar se arrepiente.

Para que el paquete mayoritario esté en autocartera, los implicados abogan por satisfacer a un ´predispuesto´ Pedro Villarroel, aunque cerrándole las puertas a que cobre por las acciones. Según fuentes cercanas, el ex presidente se ha mostrado flexible a negociar la renuncia de sus derechos (entre cuatro y seis millones y medio de acuerdo con la recalificación y la opción de recompra de Cofiser). Pese a que no era del agrado de casi nadie, la opción de pagarle se considera una escapatoria para desatascar el entuerto. No ha trascendido la cifra, pero hablan de un montante inferior a los tres millones de euros, además de la inmunidad ante posibles represalias de índole judicial.

Una vez que la autocartera sea una realidad, se iniciará un plazo temporal para que el club se deshaga de los títulos. La fórmula más factible es que el núcleo duro de los inversores que quieren ayudar al Levante se haga con el paquete de control (más del 51 por ciento) y el resto se pondría en venta para los minoritarios. También pueden quedar acciones que se conviertan contra créditos de los acreedores, una vía que parece que está fuera de la línea trazada. El plan de viabilidad con esta inminente activación de este proceso pasa por la recalificación, ajustándose a los beneficios que se obtengan por la venta de la parcela de Orriols, eliminando la deuda poniendo en marcha un guión de pagos con los acreedores, y levantando un nuevo estadio en otra demarcación capaz de generar ingresos atípicos, pero sin obviar la posibilidad de uno compartido. Todavía no ha cristalizado, pero una vez que la desvinculación de Pedro Villarroel sea definitiva, el Levante espera que sirva de acicate para recuperar la masa social. El papel del aficionado, más este año que es el del centenario, es vital para la democratización. Tanto ´esperpento´ judicial desde el final de la temporada pasada se ha traducido en la actual con un descenso alarmante de seguidores. Es entendible. Habrá tiempo para recuperar la ilusión.