La selección de Estados Unidos se quedó a 45 minutos de conseguir el "Sí, podemos" (Yes, we can") y hacer historia en el fútbol mundial, pero no logró mantener en el segundo periodo de la final de la Copa de las Confederaciones ante Brasil la ventaja de dos goles con la que llegó al descanso.

Un marcador de 2-0 a favor de Estados Unidos en el intermedio de esa final hizo pensar en que el lema del presidente Barack Obama iba a hacerse extensivo al mundo del fútbol de este país. Sin embargo, el equipo que entrena Bob Bradley no fue capaz de aguantar las acometidas del rival y en el segundo tiempo vio cómo una remontada le dejaba sin el premio de la victoria.

Estados Unidos ha alcanzado una final de una competición de máximo nivel mundial, pero se ha quedado con la miel en los labios ante la posibilidad de convertir el 28 de junio de 2009 en una jornada histórica para el balompié de esta nación. Pero el fútbol estadounidense de selecciones sí que ha conseguido la mayoría de edad en esta competición, justo cuando se cumplen quince años del paso adelante que supuso la disputa de la Copa del Mundo en 1994 en sus terrenos de juego.

Prueba de ello ha sido el buen fútbol desarrollado en la Copa de las Confederaciones ante Italia a pesar de la derrota por 1-3, además de la contundente victoria contra Egipto por 3-0 en un partido en el que necesitaba golear para tener alguna posibilidad de clasificación. Posteriormente, la victoria contra pronóstico frente a España en la semifinal y el fútbol realizado en el primer periodo contra Brasil ratifican que el equipo es capaz de ser algo más que un asistente asiduo a las fases finales de los Mundiales, en las que no pasaba de cumplir con un papel de actor secundario.

Dentro de la Concacaf, Estados Unidos siempre ha estado llamado a estar entre los mejores, pero su potencial en el fútbol norteamericano no iba acompañado de éxitos en torneos de máxima exigencia. Sin embargo, la situación ha evolucionado desde el fútbol de hace quince años, practicado sin apenas intensidad profesional por las minorías de europeos y ciudadanos de otros continentes residentes en el país y que practicaban un deporte al que buena parte de la población daba completamente la espalda.

Han pasado los tiempos en los que resultaba necesario explicar lo que era un empate, un fuera de juego o una barrera a todos los que se asomaban al mundo del "soccer" en los Estados Unidos.

Recientemente, su fútbol ha logrado esta evolución gracias a una generación de jugadores que se han formado desde la base y que desarrollan una actividad completamente profesional. Han pasado los tiempos en los que jugar en el extranjero era una excepción y en la actualidad los futbolistas que integran la columna vertebral de la selección están fogueados en el fútbol europeo.

Tal es el caso de Landon Donovan, el jugador más creativo del equipo, que jugó en Alemania aunque ahora ha regresado a su país.

Clint Dempsey, declarado bota de bronce de esta Copa de las Confederaciones, juega en el Fulham inglés, mientras que el portero Tim Howard lo hace en el Everton. Del equipo de la final, también juegan fuera de Estados Unidos Carlos Bocanegra (Francia), Oguchi Onyewu (Bélgica), Charlie Davies (Suecia), Jay DeMerit y Jonathan Spector (Inglaterra), Jozy Altidore (España) y Benny Fielhaber (Dinamarca), además del sancionado y titular habitual Michael Bradley, que juega en Alemania.

En cualquier caso, los más importante es que Bradley ha dado un estilo de juego a la selección de su país, muy fuerte en defensa y con un contragolpe letal, con lo que ha conseguido la recompensa de un subcampeonato en esta edición de la Copa de las Confederaciones.