Más de 3.500 aficionados levantinistas acudieron anoche a la llamada del Centenario para celebrar un aniversario doble: los cien años de vida del club y los 40 del Ciutat. Una cita emotiva y repleta de símbolos en la que el protagonista en el recuerdo fue el querido presidente de honor, Ramón Victoria, y en la que una de las mayores y más significativas ausencias fue la de un Pedro Villarroel, clave para lo buenoy lo malo en las últimas décadas, del que no hubo ni una imagen o mención en el extenso repaso histórico que se proyectó en la fachada. Un cara y cruz de la memoria.

«Por poco tiempo no ha podido cumplir con nosotros esta efeméride. Desde el cielo nos ayudará a dar un paso al frente y nos acompañará para conseguir grandes éxitos fuera y dentro del campo», dijo, en su parlamento, Quico Catalán, estrechamente ligado a él. Para Victoria fueron los aplausos más sonoros cada vez que alguna foto o imagen lo recordaba.

Esa fue la cara. La cruz, por omisión, se la llevó Villarroel, ninguneado totalmente en el homenaje pese a su participación directa en los últimos ascensos y su presencia en Lleida, donde se dio un baño de masas. No se le vio en ningún sitio y nadie tuvo palabras para él en los discursos, lo que da que pensar que no fue ninguna casualidad.

No obstante, Catalán no sólo tuvo palabras buenas para Victoria, sino que también evocó la figura de Antonio Román, el ex presidente que inauguró el actual estadio, y reiteró el mensaje de que «cumplir cien años solamente está al alcance de unos poco elegidos».

«Si hacemos las cosas bien todo el mundo nos va ayudar. Aunque digan que somos pocos, somos suficientes para hacer crecer a este gran club», siguió parlamentando el director general y presidente de hecho en un mensaje que claramente se dirigía a las instituciones.

En la cita estuvieron también todos los jugadores de la primera plantilla, sin ausencias, además de una amplia representación de las diferentes secciones del club. En el apartado institucional asistieron los clásicos del palco de Orriols: el concejal Cristóbal Grau y el director de deportes, Mateo Castellá, íntimos de Catalán, y la concejala socialista y granota Mercedes Caballero, además de Carmen Alborch.

Otra de las mejores ovaciones de la noche se la llevó la Copa de la República, el mayor logro deportivo del Levante pese a la negativa de la Federación española a su reconocimiento oficial. «La Copa és nostra», cantó la afición, que también estalló en aplausos con las imágenes del histórico Vallejo, la segunda cuna del mundo granota.

Con el periodista Paco Nadal ejerciendo de maestro de ceremonias, tras los discursos oficiales se recordaron en imágenes los tres ascensos del Levante a Primera División. Y ahí hubo un protagonista por encima de los demás: Manolo Preciado, el entrenador del ascenso en Xerez y el más recordado en el imaginario granota tanto por su trabajo como por el recuerdo personal que dejó en Orriols.

A continuación se desplegaron tres lonas que forman un montaje de fotos históricas con el lema del Centenario y su emblema: la primera la levantaron Latorre, por los veteranos, y Raimon, en representación de los empleados; la segunda los capitanes Ballesteros y Mariví, del femenino, y la tercera los directivos Paco Fenollosa y Catalán. Además se sacaron dos tartas de cumpleaños: una conmemoraba de los cien años y otra de los 40 del estadio. Por último, el colofón fue sonoro: cien carcasas y el himno del Levante, aunque curiosamente no se escuchó el del Centenario preparado para la ocasión.