El sábado San Mamés, esta noche San Paolo. El sábado La Catedral, esta noche La Meca del Calcio. El Villarreal volverá a Tierra Santa para resolver una batalla en la que necesita ganar o como mínimo no ceder los tres puntos para no reducir de forma drástica sus posibilidades de clasificación. La dureza del grupo establece este desplazamiento como decisivo, todavía más después de la derrota ante el Bayern en El Madrigal. Ahora aguarda una fortaleza custodiada por cincuenta mil almas. Los amarillos tienen la duda de Giuseppe Rossi, además no podrán contar con Borja Valero y Marco Ruben. No son buenas noticias. Sin embargo, el equipo de Juan Carlos Garrido parece caminar en la dirección correcta, a pasos lentos pero seguros. En Italia le aguarda la Sulpha terra, la tierra de azufre. En ese sofocante escenario deberá demostrar que esa vaporosa mejoría vale para competir en la Liga de Campeones. Nápoles puede ser caliente como el infierno o deliciosa como el paraíso.

La magnitud de algunos sentimientos únicamente puede entenderse sintiendo y respirando como un napolitano. En San Biagio dei Librai hay instalada una pequeña capilla en honor del mártir más grande de todos los tiempos, allí se guarda un recipiente con las lágrimas de los miles de aficionados que lloraron la marcha de Maradona en 1991. Aquel positivo por cocaína terminó con un ciclo de gloria y excesos. Pocos equipos en el mundo han sido capaces de promover el espíritu de un pueblo mejor que el Nápoles de los años ochenta. En un momento donde Italia mezclaba dos realidades económicas bien distintas, el fútbol se convirtió en el mejor representante de la lucha de clases entre el Norte aristócrata, priveligiado, esnob, distinguido e industrial y el Sur humilde, deprimido, auténtico, intenso y emigrante.

El estadio de San Paolo se convirtió en La Meca de los oprimidos, en el escenario donde la fina burla de Turín y Milán se transformaba en respeto gracias a esa especie de Ernesto Che Guevara que para los napolitanos fue Diego Armando Maradona. Dos décadas después, la ambición del presididente Aurelio de Laurentiis, la seriedad de Walter Mazzarri en el banquillo y el talento de una plantilla hambrienta de éxitos están ayudando a reproducir las sensaciones de aquella época dorada.

Las referencias al Orgullo del Sur se reparten por toda la capital como un flash de la memoria. Un enorme mural de Maradona pintado en uno de los viejos edicios de Quartieri spagnoli devuelve a tiempo presente aquel tiempo en el que desde su casa de Posillipo Diego divisaba toda Nápoles y toda Nápoles soñaba con poder ver a su ídolo asomado en la ventana. Ahora las nuevas estrellas de la nación napolitana son Marek Hamsik, Ezequiel Lavezzi y Edinson Cavani, los tres tenores del ataque partenopeo.

Una referencia reciente

El partido mide a dos equipos que ya se enfrentaron en la pasada campaña en la Euroliga en una eliminatoria que dio comienzo con un empate sin goles en Nápoles y que se resolvió en favor de los amarillos con una victoria en El Madrigal (2-1), tras 180 minutos de fútbol marcados por la igualdad. El equipo de Garrido ya demostró el curso pasado que es capaz de sobrevivir al ardor de San Paolo. Aunque puede que en esta ocasión el punto no sea suficiente.

Aquella eliminatoria se dio en un momento bien diferente. En la presente campaña, los napolitanos transmiten mejores sensaciones que el Villarreal. Más fuerte y mejor reforzada, la entidad partenopea ha encontrado en la zona alta de la Serie A su espacio natural y ya demostró ante el Manchester City que la Liga de Campeones no le viene grande. Al contrario, les pone como el Vesubio, al rojo vivo. Los italianos han realizado un buen puñado de refuerzos, entre ellos, destaca la incorporación del macedonio Goran Pandev —que llega procedente del Inter de Milán— el central uruguayo Miguel Britos, Marco Donadel, Blerim Dzemaili, Federico Fernández, Ignacio Fideleff, Mario Santana y así hasta once. El fichaje estrella ha sido Gökhan Inler; fichado del Udinese, el mediocentro suizo ha sido uno de los traspaso estrella del verano en Italia. Quince millones de euros pagó de Laurentiis en busca del salto de calidad definitivo en la medular. Poca broma con este Nápoles porque es pura dinamita para el Submarino.

Nápoles: De Sanctis; Campagnaro, Cannavaro, Aronica; Maggio, Gargano, Inler, Dossena; Hamsik, Lavezzi, Cavani.

Villarreal: Diego López, Zapata, Musacchio, Gonzalo, Catalá, Marcos Senna, Bruno Soriano, Cani, De Guzmán, Nilmar y Camuñas o Rossi.

Árbitro: Frank de Bleeckere (Bélgica)

Estadio: San Paolo.

Hora: 20:45.