El fútbol es maravilloso. No solo deja estadísticas para el recuerdo, sino un sinfín de historias paralelas, sin las que no se entendería el amor que los aficionados sienten por este deporte. Hinchas que cruzan medio planeta para ver jugar a su equipo un amistoso, que convierten su casa en verdaderos museos de sus conjuntos favoritos o voluntarios que, partido tras partido, trabajan desinteresadamente en los estadios. Como los trabajadores que hacen posible el COTIF, miembros del comité organizador y voluntarios, quienes cada día durante las 12 jornadas del torneo (y también en los actos que se desarrollan durante el año) se emplean a fondo para conseguir que salga todo a la perfección, sin recibir nada a cambio.

En el torneo hay unos 60 amantes del fútbol que conforman el comité organizador, además de los numerosos voluntarios que ayudan en las labores diarias. De ellos, nadie se lleva un céntimo por su trabajo. «Esto es una labor desinteresada, estamos aquí porque nos gusta y con el paso de los años nos hemos convertido todos en hermanos» afirma Pepe Vendrell, conocido en l’Alcúdia como el ‘Tio Pep’. Este jovenzuelo, a sus 76 años, lleva a sus espaldas casi 30 ediciones trabajando en Els Arcs y, además, antes colaboró también de forma altruista para la escuela de fútbol local. Afirma que estará en el Cotif (su función principal es la de encargado de las puertas) «hasta que pueda».

Su experiencia contrasta con la de Omar Elkandi, quien a sus 18 años ha completado su tercer torneo como delegado. «El primer año estuve como voluntario y, cuando Eliseu me preguntó si quería ser del comité, no lo dudé», explica el joven alcudiano, quien de pequeño jugó el COTIF Promesas. Su función ha sido este año encargarse de la selección de Marruecos, con cuyos jugadores se comunica por sus raíces y su lengua paterna.

Tantos años en el COTIF han servido al Tio Pep para almacenar un sinfín de recuerdos, algunos muy gratos, y otros menos agradables. Como el año que pulverizaron el césped con un producto químico que lo mató. «Tuvimos que comprar pintura verde y pintar todo el campo», comenta mientras sonríe. «A día de hoy todavía no sabemos quién pudo ser», añade. También recuerda los años en los que la lluvia empañaba el torneo, sobre todo antes de que se instalara el césped artificial en Els Arcs. «Como el campo era de tierra, teníamos que ir todos tirando paja para evitar que se encharcara». Además, también rememora cuando los jugadores del COTIF dormían en la escuela en lugar de en los hoteles. «Íbamos cargados con los colchones, ventiladores o neveras para preparar las estancias. Era un caos». Omar, pese a su juventud, todavía guarda en la retina la edición que ganó Ecuador. «Fue muy bonito ver a toda su hincha animando en las gradas», asegura.

A nivel deportivo, ambos aseguran que cada año el COTIF. De la edición recién acabada destacan la igualdad y la ausencia de trifulcas.