Es de los ultras rusos de lo único que se habla en la previa del Athletic Club-Spartak de Moscú de este jueves. Bilbao ha declarado el estado de alerta ante la llegada de 3.000 seguidores del conjunto moscovita, de lo que un buen número son radicales con vínculos o pertenencia a grupos paramilitares. 600 miembros de cuerpos de seguridad, más 200 guardias privados, intentarán evitar altercados antes, durante y después del partido de vuelta de dieciseisavos de final de la Europa League, en el que los leones defienden el 1-3 logrado en Moscú.

Es el mayor despliegue de seguridad realizado en la ciudad vasca, a la que han comenzado a llegar los ultras procedentes de otros puntos de España. Forma parte del modus operandi de los radicales rusos dispersarse durante su desplazamiento al punto de destino para dificultar su rastreo. Además, entre ellos hay quienes residen actualmente en el país.

Se espera casi un millar de seguidores sin entradas, como ya sucediera en su visita a Sevilla en Champions League. Ese número de aficionados descontrolados del Spartak, y sus métodos violentos, han llevado a extremar las medidas de precaución en Bilbao: este jueves, días del partido, no se servirán botellines, ni vascos de cristal en los bares, que además no podrán poner en la calle mesas ni sillas.

Un colegio próximo a San Mamés ha recomendado a los padres de sus alumnos que estos no acudan este jueves a clase. Seguidores del Athletic han colaborado a multiplicar la psicosis expandiendo mensajes por WhatsApp como el siguiente: "Lo que nos viene no lo hemos vivido nunca. No son cabezas rapadas, son paramilitares que han estado en guerras y ahora algunos son traficantes de armas”.

Peleas multitudinarias en la Eurocopa 2016

La violencia de los ultras rusos se hizo públicamente célebre en la Eurocopa 2016, celebrada en Francia. Participaron en varias peleas multitudinarias durante el torneo, en el que participó su selección, jaleadas por el presidente de la nación:Vladimir Putin. Este verano, Rusia será por primera vez anfitriona de un Mundial, en el que los radicales prometieron una "fiesta de la violencia".