Los granotas cedieron sabiamente la responsabilidad del juego en los primeros compases, buscando por medio de una presión agobiante en el centro del campo y una alta intensidad de juego el robo de balón y la salida a la contra, aprovechando así la velocidad de sus cuatro estiletes de ébano: Kapo, Ettien, y Riga y Meyong Zé para rondar el área de Aouate. Ellos solos volvieron loca a la defensa deportivista durante un primer tiempo en el que las ocasiones cayeron únicamente de un lado, el granota. Los de López Caro se mostraron muy lejos de ser aquel equipo que sembró dudas ante Sevilla y Real Madrid y mostraron una gran mejoría en la senda que apuntaron en el Colombino. Riga y Meyong ya habían avisado a Aouate por medio de una combinación a los diez minutos, pero fue Kapo quien adelantó a balón parado a un Levante que tiró de oficio, con un centro del campo bien compenetrado y una defensa sólida y expeditiva que recordó a los tiempos de Manolo Preciado. Riga pudo hacer el segundo al borde del descanso, justo cuando Molina -que debutaba ante su ex equipo- detenía el primer balón al atajar un centro raso de Arizmendi.

El guión cambió en la reanudación, en parte por la obligación del Depor de buscar el empate, y en parte por Rodríguez Santiago, que en el minuto 50 interrumpía el juego a instancias de su asistente para expulsar con roja directa a Berson por un presunto manotazo a un contrario. Había que apelar a la épica para conservar un resultado valiosísimo. Camacho volvía para contener el empuje gallego, con el cambio de sistema de Caparrós a una línea de tres que permitió, eso sí, que el Levante sentenciara por medio de la conexión marfileña entre Ettien y Kapo, quien culminó la contra a la perfección.

Con el Depor herido de muerte, máxime tras perder los nervios Estoyanoff y autoexpulsarse con una entrada criminal sobre Courtois, el Levante supo resistir a los desesperados envites gallegos ante una afición que rescataba la ola y cantaba olés. Si lo de Huelva fue un respiro, lo de ayer es optimismo.