Payasada tiene dos acepciones, según el Diccionario RAE: Acción o dicho propio de payaso; y acción ridícula o falta de oportunidad. Me quedo con el segundo sentido, porque Víctor Bravo llega tarde al Valencia. Se le ha pasado el arroz. No goza de ninguna credibilidad. Si tiene 700 millones, como se atreve a decir en público y sin despeinarse, todavía le falta explicar por qué no puso los 46 que le tocaban para la ampliación de capital. También tiene que contar, para ser un poquito verosímil, quienes son esos empresarios valencianos con los que se reunió en enero. Pero sobretodo debe aclarar qué relación tiene o tuvo con Soriano y Soler. Además aunque siempre va rodeado de abogados, como los protagonistas de las películas de Chicago en los años 20, desconoce que para acusar de graves delitos, como los que dejó caer ayer, debe tener pruebas. Y hasta la fecha y después del veranito que nos ha dado, no ha mostrado ni una.

Ni caso

Para dejarlo claro, el Valencia CF, Bancaja, el Banco de España, los tribunales españoles y por supuesto el mítico Españeta son más creíbles que Víctor Bravo. Haríamos un flaco favor a la necesaria estabilidad del club si seguimos el juego de una empresa tan enigmática, que por lo visto pretende todavía reirse aún más del sentimiento de una afición que vuelve a estar ilusionada.

Realidad

El club está en buenas manos y hay mucho trabajo por delante. El equipo transmite muy buenas sensaciones y el jueves empieza a disputar la liguilla europea. Así que pasen de gaitas y falsos mesías y disfruten del Valencia actual. El resto son pájaros del mal agüero.