Después de gastarse 65 millones en Kaká, 96 en Cristiano Ronaldo, 35 en Benzema y otros tantos en Xabi Alonso, además de algunas inversiones menores en Albiol (15), Arbeloa y Manuel Pellegrini, resulta que a Florentino el proyecto todavía se le quedaba cojo. Le faltaba la pieza clave y por eso ha decidido que el último fichaje galáctico sea el del colegiado madrileño Carlos Megía Dávila. Un hombre, como se suele decir, de la casa. Un árbitro, por cierto, de muy mal recuerdo para la afición valencianista, con el que el presidente madridista tratará de atar el último cabo suelto en su lucha por destronar al Barça de Guardiola y Laporta: primero el entrenador, después los jugadores y ahora también el favor arbitral. Una noticia que a estas horas de la noche no ha desmentido el club blanco. No ha elegido mal Florentino. No es que fuera el peor, pero con Megía se lleva a uno de los colegiados más prepotentes que se han visto en los últimos lustros por esos campos de España —sin olvidar Mestalla— y Europa, luego encaja con la filosofía del nuevo club que le paga. Con ello, además, descarga un poquito más de trabajo a Jorge Valdano. ¿Más todavía? A partir de ahora el director deportivo ya no tendrá necesidad de bajar al túnel de vestuarios en el descanso para amenazar al árbitro cuando por error —claro— expulsen a Cristiano.

El cacareado señorío

Bromas aparte, porque gracia el asunto tiene la mínima, fichar a un árbitro para manejarse bien en ese terreno no tendría demasiado sentido si no fuera porque hablamos de un colectivo siempre bajo sospecha y muy aficionado al poder. No es el Real Madrid ni mucho menos el primero que tiene esta ocurrencia. El Villarreal, por ejemplo, tiene desde hace tiempo a Juan Ansuátegui Roca como delegado de campo y Miró Pastor hizo labores para el Valencia durante algunos años. Nada como lo del Madrid y Megía por el simple detalle de que hablamos de un árbitro que todavía no es estrictamente ex árbitro. El decoro y el tan cacareado señorío madridista, una vez más, brilla por su ausencia. Más que imitar a Florentino y a Fernando Roig, urge que el Valencia recupere cuanto antes la figura de Jesús Barrachina para seguir denunciando tanto a mangantes como a figurantes, que los hubo, los hay y sin ninguna duda los habrá.

Tomadura de pelo

A ver si la selección se clasifica ya para el Mundial por la vía rápida, Villa y Silva siguen haciendo goles y tirando del carro ganador de la Roja y se termina de una vez el suplicio de no tener liga los domingos, por no hablar de los entrenamientos en Paterna en cuadro y sin la presencia de los mejores. Esto de programar una jornada para finales de agosto y después cortar hasta mitad de septiembre empieza a parecer una tomadura de pelo que se repite año tras año sin que nadie acierte a ponerle ni buscarle remedio.