Tenía razón Mourinho cuando dijo que lo suyo tenía mérito, porque todo lo que consiguió con el Inter lo hizo con jugadores que no quisieron otros. Hablaba del Real Madrid que ahora comanda y del Barcelona y, claro, lo gordo del asunto es que esos jugadores eran Robben, Etoo y Sneijder, no Del Horno, Nacho González y Hugo Viana. Porque con estos seguramente ni él hubiera ganado la Champions ni el Scudetto de Italia ni nada de nada. El caso es que, también en el fútbol, siempre hay un roto para un descosido. Hace diez días el presidente del Valencia daba por cerrada la plantilla en cuanto a fichajes, pero en este nuevo panorama donde nadie tiene un euro y todo el mundo está abierto al trapicheo, todo es posible. Resulta que con el dinero que el Levante pagará por Del Horno y Nacho González —dos jugadores con los que no contaban— más lo que el club dejará de pagarle a Hugo Viana —otro que tal baila— al Valencia hasta le va a sobrar dinero para permitirse el pequeño lujo tal como están las cosas de pagar a un futbolista con el que sí cuenta y que le va a venir muy bien, como es el caso de Stankevicius. Claro que, para que haya sido así, antes tenía que haber un equipo —en este caso la Sampdoria— que no contara con sus servicios y estuviera abierto al regateo. Por no decir que antes otro club como el Sevilla no pudo pagar la opción de compra que tenía por el lituano y buscó para su descosido otra opción más económica. Porque la crisis ha llevado al fútbol a una etapa de continuo cambalache que tiene su punto de interesante y hasta divertido. Dicen también que el hambre agudiza el ingenio y sin duda es verdad. Y este mundillo del fútbol donde muchas ya gastaron hace tiempo lo que tenían para mañana no es ni mucho menos una excepción.