Como decía Llorente, queda mucho por hacer, pero ya va siendo hora de que cada vez que se hable del Valencia CF sea para hacerlo de la deuda, de la venta de futbolistas importantes, de ajustes, reajustes y amortizaciones. Con todo lo que hemos visto en apenas unos años, el aficionado que quiere al Valencia y se los gasta en el fútbol ya tiene claro que este es el camino que debe seguir este negocio para evitar su propia aniquilación, el de la lógica, el rigor y el equilibrio presupuestario, no el de los encantadores de serpientes ya sea con dinero propio o directamente con el de los demás. Así que por una lado bien, porque el Valencia está a día de hoy muy cerca de equilibrar el balance de la temporada en que estamos sin necesidad de vender más futbolistas, obviamente salvo oferta escandalosamente escandalosa. Por otro, sólo regular, porque eso de que el Valencia ha bajado en un año su deuda de 550 millones a 400, seguramente sin dejar de ser cierto a efectos contables, no se lo cree ni el propio Manuel Llorente.

Del VCF a la Fundación VCF

Cuanto menos requiere una mínima explicación, porque se puede entender que casi la mitad de esos 150 millones han pasado de ser deuda del Valencia a ser deuda de la Fundación VCF, la que completó la ampliación de capital gracias a un crédito oficial que, mientras no se demuestre lo contrario, algún día cuando puedan o quieran vender esas acciones habrá que devolver. No se interprete como demérito, porque fue este equipo de gobierno el que llevó adelante esa ampliación contra viento y marea y, entre otras cosas, la de la Fundación era en aquel momento la única vía para evitar el colapso del club, pero las cosas cuanto más claras mejor.