Pasado el calentón, uno se puede imaginar todas las dudas que rondarán la cabeza de Amadeo Salvo, entender las muchas contradicciones en que puede incurrir su proyecto y su propia imagen si destituye a Djukic, pero no hay proyecto sin equipo y a estas alturas existe seguridad suficiente para sospechar que el equipo no va a reaccionar.

Ojalá no sea así y Getafe sea el Montjuic del serbio, cuando el Valencia dio un giro a su historia con dos goles de Rufete, pero ni siquiera la comparación entre aquella situación y la que vivimos se sostiene.

Salvo es preso de sus palabras, aunque no tanto de su opinión porque en el fondo comparte la decepción de muchos con el entrenador. Gran parte de la afición es también presa de la imagen que tiene de Djukic, por lo que fue y por cómo nos sacudió las conciencias cuando llegó. La diferencia es que él es quien ha de tomar la decisión, y no usted ni yo. Al final puede que sea Braulio Vázquez el que cargue con el muerto, que para eso es en gran parte suyo, aunque con eso no conseguiremos que el Valencia gane partidos. Si el fútbol tiene sus leyes, sus códigos y sus tópicos será por algo. Cuando un herido se desangra lo más urgente es cortar la hemorragia, después ya veremos si le salvamos la pierna. O la vida.