Llegamos a la fatídica jornada 14, la que puso fin hace un año a la etapa Pellegrino, y el Valencia CF sigue instalado en una realidad paralela, donde se vive de palabras y declaraciones de intenciones que después no se ven reflejadas en el terreno de juego. Ni en los despachos, pues este domingo termina la semana en que anunciaron soluciones al problema de la Fundación y estamos más lejos que hace siete días de que las haya. Eso por si el equipo no tenía bastante con lo suyo, esa misión a veces imposible de ganar partidos con regularidad y ofrecer un rendimiento acorde con el presupuesto y la plantilla. Entre unas cosas y otras quizá no hemos medido estos días la auténtica dimensión de este partido, más allá de la cita histórica de volver a vivir un clásico valenciano en la Liga un cuarto de siglo después, porque pase lo que pase Djukic va a continuar pero volver a perder y defraudar a todos esos aficionados que todavía confían sería un drama.

Hoy vivimos la fiesta del fútbol valenciano con dos partidos de rivalidad, por la mañana Levante-Villarreal y después Elche-Valencia. Ahora que la Generalitat ya no está para pagar deudas del fútbol -en realidad nunca ha estado para eso, otra cosa es el uso que han hecho del poder-sería curioso saber por qué equipo se decantan, el Elche del que son prácticamente propietarios o el Valencia, del que son avalistas.

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