En el decálogo de Nuno encontramos en letras grandes la expresión equilibrio, porque según viene repitiendo desde el mismo día que llegó un equipo organizado siempre está más cerca de ganar un partido. Por eso estuvo esta vez tan cerca de perderlo, y con ello tirar la ilusión de la Copa, porque su equipo fue cualquier otra cosa menos orden y el equilibrio será si acaso sobre un cable de acero, del que lo más normal es caerse. Con el mazazo del 2-4 en plena vorágine de remontada el Valencia estaba muy pero que muy eliminado, una situación límite de la que salió con vida porque Paco Alcácer estaba ahí y porque tiene además algunos futbolistas con calidad de sobra para ésto y para más.

Hay que celebrar el pase a los octavos de final porque el club lo necesita y la afición también, aunque llegara desde el caos y no el orden, pero el toque de atención es claro y evidente. Una cosa son rotaciones, otra experimentos y una tercera los caprichos. Lo primero es normal en un equipo de élite y lo segundo un riesgo asumible en determinadas situaciones. Lo tercero, inadmisible. Cabe esperar que, sea quien sea, haya tomado buena nota de lo que puede y debe mejorar el Valencia si quiere competir un escalón más arriba, primero moviendo lo que hay y después en el mercado de enero. Al menos dos de los tres cambios en el descanso dan la pista.