Por encima de polémicas, filias y fobias, hay en el valencianismo tantas ganas de que el equipo de Nuno rompa a jugar y a ganar partidos que cualquier atisbo de luz vale para alumbrarnos. Damos por bueno un triunfo por la mínima ante el Granada aunque -al final- mereciera hasta algún silbido en Mestalla, y convertiremos si es necesario en oro esta primera victoria en la Liga de Campeones porque, más allá de lo importante que es para el club y la salud colectiva, es el día en que por encima de todo volvimos a ser un equipo. Todos hicimos volar a Jaume a por esas pelotas imposibles y todos defendimos a ultranza el asedio final del Olympique de Lyon, afortunadamente limitado en calidad pero sobrado de fuerza y determinación.

Que el partido acabase con un único gol en el electrónico y la portería del Valencia a cero es casi anécdota, los tres puntos y la sensación de haber trabajado bien el partido no lo es tanto, pero esto no es más que el comienzo. Hay demasiadas cosas en que este Valencia ha de mejorar, mientras nos esperan muchas tardes y otras tantas noches así. El sentiment también es patiment, aunque desde luego se lleva mucho mejor ganando.