Agosto de 2014. En Sevilla se vio el estreno de un proyecto ilusionante que tenía su base en la unión y el espíritu de lucha heredados de un complicadísimo proceso de venta, y valores que quedaban perfectamente reflejados en una frase que apenas quince meses después regatea al olvido, como una más de las pancartas que adornan los terrenos de entrenamiento. Este Valencia no es ahora ese al que es difícil vencer porque nunca se rinde, es otro al que es demasiado fácil ganar no tanto porque se haya rendido, sino porque no ha sabido medir lo que significa dar un paso adelante y compite a un nivel inferior. Y esa es la bronca que tiene el aficionado en general, la que descarga en cada partido sobre la figura del entrenador porque lo considera muy responsable de todo lo que ha ocurrido. Bronca porque se está viendo que, con muy poco, esta que vivimos podía haber sido una temporada histórica para el Valencia CF, con el regreso a la Champions y una Liga muy abierta a algo más que aspirar a ser cuarto. Histórica y no histérica, como acabará si alguien no le pone remedio cuanto antes.

No era tan complicadoDe truenos, tempestades

No era tan difícil continuar este proyecto, más duro fue ponerlo en marcha sin un euro y los buitres al acecho. No era tan difícil haber crecido consolidando lo que había. Una idea, un equipo dentro y fuera del campo, un club ambicioso y organizado, una afición entregada. Hasta el más ignorante sabe que bastaba convencer a Otamendi y un par de retoques más para dar miedo de verdad, pero siempre ha sido y será más fácil destruir en dos días lo que se ha conseguido en dos años. Y claro, ya lo dijo Nuno en enero después de ganar en Mestalla al Almería con un gol de Negredo, aquí lo importante era cambiar la estructura. Siembra truenos y te llevarán tempestades.

Lea más opiniones de Julián Montoro, aquí

Lea más opiniones de Julián Montoro, aquí