Toda esa gente que se fue a Mestalla dos horas antes para animar a su equipo como si se estuviera jugando la Liga, como aquel día en que el Valencia remontó al Espanyol con dos goles de Baraja. Todos los que lo vivieron desde la distancia por televisión, por la radio o a través del directo en superdeporte.es? Todos los jugadores que tampoco tiraron la toalla con lo mal que se puso el partido. Ni un reproche desde la grada, ni un silbido especialmente en esos momentos en que todo pendía de un hilo... Mestalla reivindica su fuerza y esa es además de la victoria la mejor noticia para el Valencia, que sobrevivió de manera casi épica a un cóctel de nervios más desesperación que a punto estuvo de explotarle en la cara. Nada ha cambiado más allá de esos tres puntos. La esperanza es que esos tres puntos obren a partir de ahora el cambio.

Nada más importa

Si logramos aislar el partido de todo lo que se estaba viviendo alrededor, no hay una razón clara para explicar la victoria si no es que esta vez el Valencia acertó en sus escasas ocasiones, mientras el rival perdonaba una tras otra las suyas. Como el día de la también inexplicable derrota con el Sporting, pero al contrario. Tampoco hay mucho que estudiar porque hoy lo único importante era empezar el domingo con 28 puntos aunque sea con la evidencia de un equipo que es presa de sus inseguridades pese al optimismo crónico de su entrenador. Y muy vulnerable, demasiado para lo mucho que se está jugando. De todos los partidos que no ha ganado el Valencia en esta Liga, que son muchos, no es este precisamente el que más a tiro estaba para terminar en victoria. Decir que fue dramático es poco, cuando el equipo afrontaba los veinte minutos finales con desventaja en el marcador y el Espanyol rondando el segundo. Un escenario que no es nuevo ni mucho menos esta temporada y que suele acabar mal, pero habíamos quedado en que el Valencia siempre se levanta y en algún momento tenía que hacerlo. Y lo hizo.

Creer... ¿en qué?

¿Hay que creer? Siempre hay que creer en algo, es lo que deja el partido además de la certeza de que en el camino para salir de esta macabra situación hay mucho por sufrir todavía. Unos dirán que en la estadística porque es difícil no ganar a ningún equipo por muy malo que uno sea. Y el Valencia, sobre el papel, no lo es tanto. Otros dirán que en el destino o buscarán la clave en San Diego Alves, que en su regreso dejó un despiste que costó un gol y dos o tres manos prodigiosas. Alves, en esencia. No soy muy de estampitas, pero en todo esto algo han tenido que ver Santa Gema y unas monjitas octogenarias que viven en El Vedat y ni siquiera han visto jamás un partido del Valencia, lo que sin duda les alarga la vida. No pregunten, no le den más vueltas. Es así. Gary, hazles una visita.

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