Se puede decir más alto pero no mucho más claro: «Lim es el máximo accionista, lo que él piensa y los objetivos que plantea nosotros los seguimos y los llevamos a cabo, tratando de ejecutar su estrategia y sus tácticas para el club». Es, en palabras de Suso García Pitarch, la definición de cómo funciona el Valencia CF y, en realidad, de cómo funcionan la mayoría de las empresas que tienen un único propietario. Por tanto, más que discutir sobre esto, lo interesante en los próximos días será descubrir quién está en los pensamientos de Peter Lim. Es decir, en quién confía a la hora de tomar esas decisiones estratégicas entre las que, sin duda alguna, en un club de fútbol hay que contar la elección del entrenador.

Al final todo es tan sencillo como comprobar si, después de pegársela al dejar que Nuno/Jorge Mendes hicieran la plantilla y después de haber pagado caro el capricho personal de poner en el banquillo a Neville, el propietario tiene la suficiente humildad para reconocer que se ha equivocado y deja que decida su director deportivo. Claro que, con tanta limitación económica y sin competir en Europa, es complicado que García Pitarch pueda traer al entrenador que querría para su equipo. Igual, en lugar de ficharlo, se ve en la obligación de fabricarlo, con el riesgo que eso comporta para un proyecto que ha de volver a competir con los grandes sí o sí.

Mientras, Pako espera. O desespera. Esos pocos días que faltaban para que el Valencia anunciase la decisión, tal como dijo en su última rueda de prensa, cuando decía estar tranquilo, son ya nueve. Y Lim no le ha hecho precisamente un favor al llevarlo hasta Singapur para invitarlo a una cena de protocolo. Desde luego no le ha demostrado cariño. Si cree en él, cosa que no ha demostrado y tenía la mejor oportunidad para hacerlo, no es de una manera tan rotunda, casi ciega, como creía por ejemplo en Nuno.

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