Leer en las páginas ocho y nueve de SUPER las reflexiones de Xisco Muñoz es una verdadera delicia, es algo así como descubrir los secretos del Valencia CF del Doblete 2004 reinterpretando la mirada de un chaval de poco más de veinte años ahora que camina ya hacia los 36, después de haber vivido casi todo en el fútbol. Es todo tan fácil como esos momentos en el vestuario, minutos antes de salir a jugar un partido en que estaba en juego el título de la Liga, esas miradas, ese momento sublime que relata así el propio protagonista: «Yo era un niño y miraba a los mayores, y si los mayores te decían que todo iba bien, pues todo iban bien. Si ellos estaban tranquilos, pues todos tranquilos?». Y ese niño salió como un toro a comerse al Sevilla y a conquistar la Liga. No era un gran virtuoso del balón, pero tenía la confianza que había visto en el rostro de Ayala, Baraja o Albelda y hasta sorprendió al dar la asistencia en el primero de los goles con un taconazo genial para Vicente. Vicentín... Es la definición exacta de equipo, del papel que deben jugar esos futbolistas que por algo son sus referentes, de ese equilibrio necesario entre lo que aporta la experiencia con el descaro y la energía de los más jóvenes. Todo lo que el Valencia no ha sido especialmente en el último año por haber estado en manos de aprendices.

Desde luego que algo así no se reconstruye en tres meses, ya lo saben perfectamente Suso García Pitarch y Pako Ayestaran. Y no está resultando fácil pero en algún momento habrá que empezar a concretar cosas, las semanas pasan y después de todo es inconcebible que el entrenador arranque el día 4 de julio la pretemporada con el mismo grupo de jugadores que acabaron la anterior, los que cuentan y los que saben que sobran, más los que están por ahí y tendrían que volver. Aquello puede convertirse en un polvorín, todo lo contrario que quiere tener el técnico para empezar.

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.