Salvador González, Voro de l´Alcúdia, no va a ser el entrenador elegido para el Valencia ni lo será nunca, entre otras razones porque ni él mismo se ve preparado para serlo. Nada que ver con el recientemente cesado, que llegó con aspiraciones tan altas como «transformar el club más que hacer que juegue un equipo, eso es lo que te lleva a romper barreras», dijo. Y así es, las rompió todas. Todos „él incluído„ nos habríamos ahorrado muchos disgustos si lo hubiera hecho al revés, o sea, conseguir que jugara el equipo y ganara partidos antes que meterse a imaginar castillos en el aire. Eso sí, sin barreras. Claro que, solo al final, hemos entendido por qué: venir al Valencia CF como asistente de Neville suponía rebajar su caché, aunque en realidad todo esto ya importa más bien poco y lo relevante es que logró sacar de un apuro al equipo. Lo inquietante es que un club que estaba en pleno ejercicio de admitir sus errores y pregonaba el firme deseo de aprender de ellos llegara a la conclusión de que Ayestaran era su hombre para liderar este proyecto, un misterio que ni siquiera los que viajaron en el barco de amigos a Singapur han sabido descifrar. Aunque se lo llegaron a creer.

Ya hagan planes a corto, medio o largo plazo, el Valencia CF parece predestinado a sobrevivir ganando cada partido, siempre al límite. Suerte que a Voro, a base de cursos intensivos que antes eran cada cuatro años y ahora cada cuatro meses, ya se le puede considerar entrenador experimentado en la Liga y tiene el culo pelado en situaciones de riesgo. No está el equipo para florituras pero este tío es capaz de allanarle el camino al próximo con seis puntitos, sea Marcelino, Villas-Boas o alguno más que saldrá.

Ganar ahora es tan importante para el Valencia CF que va incluso por delante de lo más importante, que es no cometer más imprudencias temerarias y acertar con el entrenador.

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.