Si el culpable del desastre del Valencia CF y el malo de la película era García Pitarch, como desde dentro del club se ha venido aireando de una manera bochornosa por no hablar de lo que ha habido desde fuera, empieza a resultar difícil que a los ojos del propietario pasen desapercibidos una vez más los que le pusieron su nombre sobre la mesa. Lo que pasa es que parece que el director deportivo no era el problema, porque a Voro le han bastado cuatro días para poner en evidencia la teoría y demostrar que la plantilla puede competir a otro nivel, al menos no es tan mala como para estar en riesgo de irse a segunda división. Y ojo que, a la hora de reforzarla en enero con todas las apreturas financieras y la necesidad urgente de acertar, el elegido no ha sido otro que el delantero por el que apostaba Suso.

Trabajo tiene Peter Lim cuando sus negocios le den un respiro, por encima de todas las cosas lo que necesita en Valencia para reconducir su proyecto es darle estabilidad, y eso difícilmente lo va a conseguir confiando en las personas que tiene aquí atrincheradas haciendo la guerrilla por su cuenta, los mismos que durante este último año y medio le han llevado al fracaso y al descrédito entre los aficionados. Los que ahora se dedican a inventar planes sin pies ni cabeza que con toda ligereza atribuyen al propietario, cuando suyos no son. La principal responsable es la presidenta, que a estas horas habrá llegado a Singapur. Allí va a pasar una temporadita y entre otras cosas tendrá que rendir cuentas.

Gracias a la tarea de Voro, que ha recuperado el compromiso de los futbolistas que ella fundamentalmente había dinamitado, el trago será menos amargo. Para Layhoon y para todos los valencianistas, porque hay pocas cosas que ayuden más a recuperar la ilusión de la gente que ganar partidos como el de Villarreal, una alegría que, por lo inesperada, el aficionado disfruta todavía más.

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.