El Valencia Basket jugará una nueva final europea después de barrer al Hapoel con la ayuda de la afición taronja y nada es casualidad, porque jugar el tercer partido en su cancha y con el apoyo de los suyos no es algo que le regalaron ni le cayó del cielo, sino que se ganó a pulso. ¿Cómo? Compitiendo en la fase inicial hasta el último minuto del último partido en lugar de dejarse llevar cuando matemáticamente ya tenía la clasificación en la mano. Competir siempre y hasta el final, en este caso hasta la final, es un buen ejemplo a seguir por otros. Como el Valencia CF, que necesitaría para volver a ser un equipo de verdad muchos tipos como Romain Sato o como Rafa Martínez. Aunque por encima de nombres hay un criterio, un compromiso y una filosofía de trabajo común que va desde el propietario, que vive con la intensidad de un aficionado más cada partido en la Fonteta, hasta el último de los empleados. Aparte de ser el dueño, también es importante estar y no solo el día que juegas una final. Siempre.

Ya pueden fichar a Quique Setién, a Mammana o a Mateu Alemany, todo es importante, pero el Valencia CF no volverá a ser nada si la propiedad no es capaz de recuperar a base de hechos el presitigio y el respeto que le han perdido los jugadores y los aficionados. Y para conseguirlo va a necesitar que las cosas se hagan muy bien y mucha ayuda.

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