Hay muchas diferencias entre un entrenador de verdad y otro que no lo es, de eso sabemos bastante en València porque, unas veces por suerte y otras por desgracia, en lo que llevamos de milenio hemos tenido bastante y de todo. La diferencia fundamental, a mi modo de ver, es la capacidad del técnico para imprimir un sello, un estilo y una personalidad a su equipo independientemente de los que jueguen. Como cuando, en el año del Doblete, decíamos que el equipo de Benítez era igual de competitivo si jugaban los titulares o los suplentes. Hasta tal punto estaba convencido de ello el madrileño que, el día que se jugaba la Liga en Sevilla, dejó en el banquillo a Baraja, Angulo y Aimar para salir con Jorge López, Sissoko y Xisco.

Marcelino acaba de llegar y está todavía muy lejos de esa perfección que alcanzó Don Rafael, pero hay cosas que se ven, hay una disciplina y un funcionamiento de equipo, el que no esté por la labor se quedará fuera. Ya hay ejemplos. El entrenador exige, pero también da. Aprieta al club para que le traigan fichajes que en algún momento parecían imposibles, pero después se ve un trabajo y un comportamiento del equipo que está a la altura de esa exigencia. Lo más lógico y normal es que antes del primer partido de la Liga hayan venido al menos dos jugadores, también habrá salido alguno más, pero si no fuera así, ´Marce´ es perfectamente capaz de plantarse con Vezo, Javi Jiménez y Medrán de ´6´ ante la UD Las Palmas y ganar el partido sin encajar gol.

Capaz es, al final el Bournemouth no es el Manchester City pero es un equipo de Premier League, el Bremen no es el Bayern Múnich pero es un buen conjunto de Bundesliga, pero mejor no comprobarlo ni tentar la suerte. Es tan evidente que el equipo necesita refuerzos que el hecho de ganar jugando sin un solo fichaje no puede ser más que un aliciente para ilusionarse unos y ponerse las pilas otros.