Al menos a priori el único y gran protagonista de este Derbi es el fútbol, ni los presidentes ni viejas polémicas y prejuicios. Esa es en definitiva la normalidad de la que tanto se ha hablado después de la comparecencia de los dos entrenadores en el Ciutat, un estado de las cosas que tampoco hay que confundir con lo que no es. Normalidad es educación, respeto y deportividad entre clubes y aficiones, pero también rivalidad hasta el límite. Cuando empieza el partido no puede haber amigos, solo rivales. Sin esa pasión que lleva a desear que el contrario pierda a veces incluso por encima de que los tuyos ganen es difícil que un Derbi evolucione.

Y este en concreto es de los que va a más en nuestra Liga, como volveremos a comprobar sin duda hoy. Al Valencia lo esperan con todo y ya se cuidará Marcelino de que los suyos entren al trapo, después de las muchas cornadas que colecciona ya el equipo en el feudo granota. Una vez ha quedado demostrado que esta ciudad tiene capacidad de sobra para tener dos equipos que puedan llegar a competir de tú a tú, modernos, pujantes y con un amplio respaldo social, eso solo puede y debe ser así. Aquí cabemos todos o, como dice la canción, no cabe ni Dios.

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