Escribí el día antes del partido que a Marcelino no se le iba a ir esto de las manos por una polémica con Zaza y menos por haberlo dejado fuera en un partido. Primero porque no hay en el vestuario del Valencia elementos capaces de provocarle un incendio que no pueda controlar, y segundo porque como revela el italiano lo que tenemos ahí disfrutando y dando alegrías, no lo contrario.

Marcelino los incendios los quiere en los partidos, en el terreno de juego, no en el vestuario. De eso ya se ocupó mucho antes de aterrizar aquí, cuando en las conversaciones con Mateu Alemany dejaron claro que determinados futbolistas tenían que marcharse necesariamente aunque hubiera que pagar por ello, porque incluso así era una buena inversión. Los dos señalados por esto fueron Diego Alves y Enzo Pérez, a los que el Valencia prácticamente regaló, aunque no dejemos de lado a Nani, que también estaba en la lista negra del nuevo entrenador como se acabó demostrando al final.

De las cosas del vestuario, los egos, grupos de poder y demás, solo se habla habitualmente cuando los resultados van mal, pero hoy el Valencia CF es la excepción. Eso no hace más que demostrar lo necesario que era cambiar una serie de cosas ahí dentro, caras, mecanismos, vicios, derechos adquiridos... Una revolución pero de verdad, no lo que vendieron el año pasado y a la hora de la verdad entre la presidenta que no sabía de lo que le estaban hablando, Ayestaran que estaba agradecido a los jugadores que le habían ayudado a renovar su contrato por último y Suso, al que no le dieron la carta blanca que a Mateu y Marcelino, no se atrevieron a hacer.

Nada de todo esto garantiza que los resultados vayan a acompañar, que Zaza haga tres goles y el equipo dé un recital ofensivo frente al Málaga, luego hay que traer jugadores con calidad y hambre, pero no hay duda de que esta limpieza está ayudando.

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