Tan criticado por muchos, unas veces con criterio y otras por no tragar con determinadas miserias, quien puso en su día encima de la mesa el nombre de Simone Zaza acertó de pleno. Seguramente ni él mismo pensaba que iba a hacer tantos goles ni a convertirse tan rápido en el delantero que es hoy en el Valencia CF, pero sí tenía queco que estábamos ante un delantero que por muchas razones iba a encajar y le iba a venir muy bien a este equipo. Sus cifras actuales son definitivas para modelar el ídolo porque, al final, no hay delantero que triunfe sin marcar goles, pero Zaza es mucho más. Representa un carácter y un espíritu que se estaba perdiendo en el Valencia, los tiene y los transmite al resto de compañeros. Esos valores que tanto echaba de menos el aficionado.

Para Zaza no hay dolor y, si lo hay, es secundario. Jugadores así son imprescindibles para conectar con la grada, sobre todo en momentos como este en que el club no sabe muy bién cómo hacerlo y va dando palos de ciego. Como escribió un día su pareja, Chiara Biasi, «las pelotas que tiene, las tiene siempre».

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