Marcelino destila fútbol por los cuatro costados y lo demuestra no solo con sus planteamientos y sus alineaciones, sino en todos sus movimientos y todas sus decisiones. Ahora empezará a entender Peter Lim lo equivocado que ha estado estos dos últimos años sobre todo con los entrenadores que eligió, y lo cara que le ha costado frivolizar con un asunto capital en un proyecto de fútbol. Antes de aparecer por aquí lo primero que hizo el entrenador del Valencia fue asegurarse de que el vestuario estaba bien despejado. Él tiene unos códigos, el respeto a los mismos es la clave del éxito y él es el primero que los sigue por encima de cualquier circunstancia. Por eso el grupo está como está. Todos le pedíamos con insistencia que pusiera a Ferran Torres, por la novedad y por toda la expectativa que rodea al chaval, pero él priorizó a Nacho Gil y a Róber Ibáñez, que tuvieron más minutos que el recién llegado. A Marcelino poco le importa lo que ponga en los contratos, el equipo y el vestuario están por encima, por eso Vezo llega como un toro ahora que no está Murillo y quizá tampoco Garay, por eso en el campo poco importa si el gol lo hace Mina o Zaza. Si acaba metiendo en la dinámica a Maksimovic se doctora, y además puede que lo necesite ahora que entramos en diciembre y el mes de enero lo tenemos ya bien cargadito con la Copa del Rey.

La imagen que resume todo esto es la celebración del gol de Róber, la alegría generalizada por el compañero que lo ha pasado mal. Marcelino respira, esta actitud colectiva es en un momento delicado por las lesiones un motivo más para la tranquilidad. La prueba auténtica será este domingo en Getafe pero viendo lo que ha ocurrido en otras eliminatorias de la Copa y lo lejos que estuvo el Zaragoza de poner en peligro la clasificación para octavos, esta prueba también se puede considerar válida.

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.