El Valencia de Marcelino se ha medido ya a todos los rivales a los que se va a enfrentar en lo que resta de temporada, ha jugado muy buenos partidos, otras veces fue práctico y en algunos casos estuvo por debajo de su nivel, como ocurrió sin ir más lejos en el partido de ida en Mestalla durante muchos minutos. Demasiados, porque pasaron factura y pudo ser todavía peor. El equipo dio la talla en el Bernabéu, machacó al Sevilla, plantó cara al Barça y no se dejó intimidar por el Atlético. Aunque este partido con el Alavés quizá sea la mayor prueba de madurez a la que se ha enfrentado este Valencia desde que arrancó esta historia en el mes de agosto. Como dice Marcelino, la cosa no está para bromas. El entrenador entonó el mea culpa por no haber sabido mentalizar a los jugadores de que el momento requería la máxima intensidad y concentración. Hoy no va a tener ese problema porque son noventa minutos que, ahora sí, separan seguir en la Copa de fracasar en el intento. Una primera final con un rival enfrente que no es mejor, pero que seguramente les va a exigir lo mejor. No vale esconderse, con los jugadores que tiene el Valencia no se puede quedar fuera de una semifinal de la Copa por no hacer un solo gol en Vitoria.

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