Vimos muy serio a Marcelino y no es para menos. Hay mucha ilusión con esa final y, a solo dos partidos de alcanzarla, no poder presentarte en el Camp Nou a competir con todo lo mejor que tienes es una auténtica pena además de una ventaja añadida para el rival. No interpreto esa cara larga del entrenador como signo de desesperación ni de abatimiento, en realidad, y dadas las circunstancias, este partido solo se puede sacar adelante así, a cara de perro, mordiendo ahí donde más daño le puede causar al Barça. Ojo que, para él, el partido ya ha comenzado. La eliminatoria tiene que llegar viva a Mestalla sea como sea y eso obliga a darlo todo, jugar un gran partido, posiblemente a marcar y a partir de ya intentar recuperar a todos esos jugadores para la batalla definitiva.

Tampoco hay más refuerzos porque anoche el mercado echó el cierre sin que apareciera esa posibilidad de firmar un jugador que borrase la imagen ideal que se había hecho Marcelino de ese tercer refuerzo, que era basicamente Joao CanceloJoao Cancelo. Bien sabía el entrenador que iba a ser poco probable o imposible traer otro jugador de ese nivel a un coste irrisorio, por eso insistió tanto con el portugués aún a riesgo de quedarse sin nada, como así ha sido. Valía la pena.

Más opiniones de Julián Montoro.