Si llega a entrar el testarazo de Rodrigo quizá a estas horas estaríamos hablando de algo muy distinto, porque durante esos 49 minutos que se jugaron hasta el primero del Barça había partido y la eliminatoria podía ser perfectamente para el primero que acertase. Sobre todo si eran ellos, como había avisado Marcelino, porque la ventaja sería ya insalvable como por desgracia ocurrió.

Además de tener a Messi, a Suárez que no debía estar y un gol de ventaja de la ida, al Barcelona se le apareció la virgen en ese balón al larguero que pudo cambiarlo todo. Lástima, porque este Valencia con un equipo de gala y con Guedes le gana una final a cualquiera, pero no es cuestión de ponerle los dientes largos a la gente, que bastante tiene con la desilusión por las ganas que había de final, porque ahora la faena que tiene por delante el entrenador va a ser otra muy distinta.

El desgaste de la Copa, de esta eliminatoria y de este partido en especial ha sido tremendo, las secuelas físicas y está por ver si también anímicas son importantes. Hay que levantarse y no es fácil cuando, a esta decepción que ya no tiene remedio, se une el peso de una dinámica negativa que acumula ya seis derrotas seguidas. Demasiado castigo para los méritos y deméritos de este equipo que pocos meses atrás era capaz de encadenar ocho victorias, pero es lo que hay y desde ahí hay que volver a nacer.

Más artículos de opinión de Julián Montoro, aquí.