Con mucho más ruído que nueces, ni Paco Jémez en Las Palmas ni Clarence Seedorf -nada menos- en Coruña han conseguido lo que Paco López con el Levante, que es aportar exactamente eso que necesita un vestuario cuando un equipo se hunde y el club se ve en la necesidad de cargarse al entrenador: tranquilidad, confianza, normalidad. En realidad, conozco a pocos levantinistas que confiaran en que lo iba a conseguir, ahora mismo estarán celebrando haberse equivocado y es normal, porque hay que celebrar y mucho el hecho de seguir en primera y la manera en que Paco López, un tipo de Silla, ha sacado todo lo mejor de este Levante. Porque se ha visto que lo tenía más allá de los errores que se han podido cometer y de los que habrá que aprender. La contundencia de la victoria en el nuevo San Mamés deja ya poco margen a la sorpresa. Hoy el desánimo en el Depor, último rival que faltaba por claudicar, tiene que ser absoluto. La fiesta tiene que ser el viernes en el Ciutat y qué mejor que ante el Sevilla.

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