El mensaje se mantiene invariable dentro del vestuario: el Levante no corre riesgo de descenso. Así lo dicen, y sobre todo lo piensan, tanto jugadores como cuerpo técnico. Los últimos tropiezos han generado ciertas dudas, además de haber afeado los impresionantes números y la imagen del primer tercio liguero, pero no las suficientes como para pensar en cataclismos. Apenas con cuatro victorias en las 15 jornadas que restan por disputarse, defiende el núcleo duro granota, la permanencia será un hecho.

Claro que hay cosas que mejorar. Bastantes, además. Y también que el equipo entrenado por JIM ofrece interesantes brotes verdes, especialmente en ataque. Igual que ha aumentado el número de goles encajados, lo ha hecho el número de ocasiones y hasta de tantos a favor. Es muy difícil que el Levante acabe un partido sin marcar, aparte de que las apariciones de Ghezzal hayan resultando bastante fructíferas y esperanzadoras.

La salida del franco-argelino estuvo a punto de girar la tortilla del lado levantinista el pasado domingo. Algo que el vestuario no quiere que pase por alto, como tampoco lo había hecho para el técnico rival. Agobiado y más cerca del 2-1 que del 1-2, Sandoval había puesto un central en el campo —Labaka— justo antes de que Diego Costa batiera a Munúa de cabeza.

Que los puntos y las victorias estén de nuevo a la orden del día, ahora mismo, es más cuestión de confianza que otra cosa. De creer en las propias posibilidades, tanto dentro como fuera del vestuario. Porque hay críticas que no llegan a entenderse, como las recibidas anteayer por Farinós en el Ciutat. Aunque es cierto que ni él ni Xavi Torres fueron capaces de manejar el partido a su gusto, el análisis frío y sosegado demuestra que el de La Torre dio dos pases de gol ante el Rayo.

La definitiva puesta a punto de Barkero y Navarro debe aportar un plus individual al equipo. Sin duda que será necesario, porque una consecuencia de los últimos tropiezos es que los rivales le han perdido el respeto al Levante. Antes lo consideraban un equipo pétreo, casi inabordable; ahora, cualquiera se atreve a meterle mano. Para muestra, la reciente tendencia de los contrincantes a jugar con dos delanteros y buscar la espalda de la zaga, todavía afectada por la marcha de Nano.

Preocupa el rendimiento de algunos jugadores hasta ahora intocables. Sin embargo, que nadie espere una revolución el sábado en Cornellà-El Prat: aunque habrá más de un cambio en el once, se mantendrá el bloque. La mejoría más necesaria debe producirse a nivel colectivo. A nivel de competitividad y concentración: despistes impropios han provocado varios de los goles recibidos últimamente, ante Athletic, Real Madrid o Rayo.

En el vestuario son conscientes de que hace falta mantenerse unidos y recuperar ciertos valores. Que vuelva a ser cierto que «para ganarnos, nos tienen que matar», como se puede leer en la puerta del vestuario desde la llegada de Juan Ignacio Martínez. Esta mañana, con esa idea, el cuerpo técnico mostrará a la plantilla un vídeo con los errores cometidos el pasado domingo en el Ciutat.

Las tareas pendientes son de sobra conocidas por todos y cada uno los futbolistas. Hace dos semanas, una transparencia se las recordaba, con objetivo de puntos a corto-medio plazo y comparativa estadística incluida. Además, no son ningún secreto de estado. Y es que, a pesar de haber retrasado unos metros la línea defensiva, el equipo granota ha perdido su proverbial solidez. Aún así, el cambio de sistema, para utilizar cinco zagueros, no se contempla.