El mensaje fue breve pero directo y caló en el auditorio. Quico Catalán bajó ayer al vestuario del Ciutat para hablar con los futbolistas y decirles que cuentan con su apoyo y confianza, pero también para pegarles un toque de atención por los asuntos extradeportivos que han salpicado la actualidad granota en los últimos días. Una visita consensuada con el técnico de antemano y que no se produjo antes para evitar su llamativa presencia en Buñol.

En Orriols llevan unas semanas en las que no ganan para sustos. La grave indisciplina de Botelho no ha hecho pizca de gracia y también son motivo de preocupación otros episodios que sin ser punibles también han llegado a oídos de Quico, entre ellos el accidente de tráfico de Ghezzal —sin más gravedad y del que salió ileso— tras una cena de equipo. El presidente también ha dialogado con Manolo Salvador y con Juan Ignacio para analizar la situación e incluso se ha citado personalmente con algún jugador como Botelho.

En su visita al vestuario, Quico combinó la mano izquierda con la derecha y tocó la fibra sensible del grupo. Se mostró comprensivo con la juventud de los jugadores —de hecho, él tiene 36 años— en sus ratos de ocio, aunque les recomendó que sean sensatos, amén de alertarles de que será inflexible con los actos de indisciplina o las conductas «inapropiadas» que perjudiquen la imagen del Levante. Igualmente les avisó de que en los malos momentos trascienden cosas que no suelen hacerlo en los buenos. Propiamente no llegó a hablar de salidas nocturnas, pero el grupo captó la idea.

En el rato que el presidente estuvo en el camerino, lo cierto es que hubo tiempo para hablar de todo y que tenía su discurso estructurado. No en vano, llevaba pensándolo desde el pasado domingo. También dijo que no le ha gustado que se use a la prensa para mandarle recados. «La puerta de mi despacho siempre está abierta para todos», les dijo. De esta manera, dejaba en entredicho las quejas de Rubén Suárez por no haber recibido una oferta de renovación o la manera en la que Rafa Jordà se ha despedido del Levante cargando contra el míster.

El objetivo de su presencia como máximo responsable del club en la caseta, aunque desde el club se niega este extremo, era ayudar a poner orden en un momento peliaguado. No obstante, Quico tenía dudas sobre si arengar de este modo al vestuario, ya que temía dar pie a la especulación de que al hacerlo ponía en entre dicho la autoridad del técnico, al que públicamente respalda y que estaba de acuerdo con la visita. La última vez que había hablado dentro del camerino, por cierto, fue tras la eliminatoria contra el Depor.

Sin embargo, en su discurso Quico también supo tocar la fibra sensible del equipo transmitiéndole su respaldo absoluto. Recordó que los números del Levante a estas alturas siguen por encima de las expectativas y se mostró seguro de que lograrán salir del bache. Incluso apeló a su levantinismo para hacerlo. Un mensaje que el bloque escuchó atentamente y ante el que muchos jugadores asintieron de buen grado. Alguien diría después que la visita de Quico es «una bomba de relojería» para recuperar el rumbo.