No entraba en los planes pifiarla, aunque las palabras de Mendilibar avisando el viernes de que «no porque juegues un partido bien lo haces al siguiente también» empezaron a resonar conforme avanzaba el partido y el Levante seguía clavado. Se atragantaron los granotas con el hueso del Rayo, un estilo en las antípodas del del Granada, y no supieron cómo sacárselo de la garganta en toda la noche. Desgraciadamente, una vuelta a las andadas.

La versión sin fuelle, errática y cansada que se había dado por desterrada aún persiste y costó una derrota con la que al margen de los puntos se perdió parte del crédito recuperado el miércoles. Goleó con soltura el Rayo y las miserias levantinistas volvieron a quedar al aire, desde las defensivas con las que se comenzó a perder el partido a las ofensivas con las que fue imposible darle cualquier réplica.

Para más inri, los mensajes desde el banquillo fueron confusos esta vez. Mendilibar, que había empezado a girar en Granada, terminó de darle una vuelta de tuerca al once después de las sentadas con Ivanschitz y la continuidad de Rubén. Sin embargo, pese a la coartada de las rotaciones, la metamorfosis de volver a los clásicos duró 45 minutos, los que tardó en devolver al campo a Morales y rescatar a Víctor Pérez, al que había renunciado. Eran, en definitiva, los cambios de los cambios, una demostración de que una cosa es dar con la tecla y otra mantenerla pulsada para que no se vaya la luz. Morales, el mejor granota en lo que va de temporada, enfundó al Levante de una piel más reconocible cuando entró tras el descanso, pero la misión era de altos vuelos y tras el obligado de Toño por lesión no quedaba más alternativas.

El Rayo empezó a brillar donde más oscuro se vuelve el Levante. No es ya que los errores graves en defensa se continúen repitiendo sino que, peor aún, se pagan carísimos. Volvió a pasarle cuando Baptistao batió a Jesús al poco de empezar tras un serial de imprecisiones. Sin que Navarro y Rodas sacaran el colmillo, el tiro cruzado fue hasta cómodo después de que Toño cediera un fallo no forzado antes de romperse, que Jesús despejara mal perfilado y que Simao Mate repitiera el despeje de cabeza que Rakitic había transformado en asistencia una semana antes. De buenas a primeras, el partido estaba torcido y ya no habría manera de enderezarlo con un Levante que se quedó a medio camino entre el que empezó a dibujarse y el que poco a poco fue corrigiéndose para tener prestancia. Por eso se quedó en nada.

Se fue a la lona el Levante con el primer golpe y ni el penalti no señalado sobre Héctor Rodas por un placaje de Baena o el más discutible a Rubén tal vez habrían sido suficientes, visto lo visto, como para levantarlo. Fue clave en todo caso el arbitraje de Estrada, que apuntilló a los azulgranas con tarjetas a los centrales y a su mediocentros, aunque el mal arbitraje no escondió las diferencias sobre el campo, que aún podrían haber sido mayores en el marcador si llega a entrar el penalti de Bueno, que con Jesús batido rebotó en el larguero.

Venía ya de un doblete Leo Baptistao y se fue con otro del Ciutat, donde podría haber recalado este verano para reforzar un ataque al le pesa como una losa llevar un gol en cinco partidos. La falta de luces a partir del centro del campo es la otra gran lacra del equipo, que se disolvió en la zona de tres cuartos y a cuyo rescate en esta ocasión no salió nadie. Para Toño fue un partido plácido, como si a su portería la rodeara un agujero negro. Frente a un Rayo fiel a su buen trato del balón y con las ideas claras, el Levante se pegó de bruces ante la realidad de que él aún no las tiene.