Empieza la cuenta atrás. Mendilibar está contra las cuerdas en el Levante, que ya le busca sustituto por si se consuma lo que lleva cogiendo forma desde el 0-2 ante el Rayo. A expensas de activar el protocolo, algo que podría ocurrir en las próximas horas si se avanza en la llegada de un entrenador nuevo, en el Ciutat se preparan para inaugurar su casillero de destituciones tras seis temporadas. Con el crédito agotado y en vistas de las señales de descomposición que llegan desde dentro, la cúpula está por la labor de no alargar la agonía. Y es que tras sacar por los pelos una bola de partido en Eibar, la debacle con el Madrid fue un viento huracanado para quien seguía a merced de que el primer bufido se lo llevara por el aire.

En la línea de lo ocurrido cuando la papeleta de Caparrós, desde Orriols llegaban ayer dos versiones totalmente contrapuestas, aunque a la postre coincidentes ambas en no garantizar que Mendilibar vaya a llegar a Balaídos. Por un lado estaba la oficial, que hablaba sin convicción de total tranquilidad. Por el otro, la real, una radiografía de la situación insoportable que se está viviendo tanto por los resultados como por las sensaciones negativas.

Pese a que en la rueda de prensa posterior al 0-5 Mendilibar se mostró convencido de «sacar esto adelante», lo cierto es que Quico ya había avisado el viernes de que el club estaba «ocupado y preocupado». Se está intentando aguantar el tirón, pero las próximas horas se perfilan determinantes con una serie de reuniones que podrían desembocar en un cambio en el banquillo antes de que el equipo regrese mañana al trabajo tras la jornada de descanso.

Tener a un técnico fichado para coger las riendas antes del próximo viernes se perfila como el principal handicap en estos momentos para el cambio. Y es que el sustituto de Mendilibar tendría el tiempo justo para firmar y coger los mandos. Se trata de un escenario en el que los que tienen prácticamente tomada la decisión ya se habían puesto en vísperas del parón pero que aun así no sería definitivo para postergar una decisión que parece irreversible.

Mendilibar firmó el pasado verano por una temporada más otra por la permanencia con un salario sensiblemente por debajo del millón, por lo que el club tendría que negociar su finiquito. Tras intentar el vasco hasta ahora cambiarle el estilo sin éxito, un míster capaz de devolverle al equipo sus clásicas señas de identidad haciéndolo jugar de manera más compacta y aguerrida es el retrato robot de cara al futuro.