Lucas Alcaraz llegó a València en la tarde del martes. Firmó su contrato como nuevo entrenador del Levante casi de madrugada, y en la mañana del miércoles estaba ya entrenando en la Ciudad Deportiva de Buñol. Con el partido ante el Celta a la vuelta de la esquina, no tiene más remedio que ponerse manos a la obra rápidamente, pero aún así es una prueba más de la máxima implicación con la que ha llegado el granadino a Orriols. Afortunadamente para el Levante, no es la primera vez que Alcaraz se encuentra en una situación como esta ya que se trata de un técnico experto en revertir situaciones delicadas en poco tiempo, y en su primer entrenamiento demostró que ganas no le faltan.

Citados de buena mañana en Buñol, los futbolistas tuvieron una primera toma de contacto con su nuevo técnico dentro del vestuario y rápidamente se pusieron a trabajar. Antes de saltar al césped, entrenador y plantilla se encerraron durante algo más de media hora en la sala de vídeo de la Ciudad Deportiva de Buñol. Allí repasaron una buena serie de conceptos tácticos que luego iban a trabajar durante el entrenamiento, y seguramente en el duelo de mañana frente al Celta.

Luego, sobre el verde, se pudo ver a Lucas Alcaraz en estado puro por primera vez. Tras una serie rápida de calentamiento con y sin balón, el técnico andaluz dividió a la plantilla en dos equipos de once futbolistas. El resto de la sesión iba a consistir en un partidillo, alternando las dimensiones del terreno de juego, y lleno de interrupciones para corregir cualquier error. Esa fue la seña de identidad de Alcaraz en su primera mañana en Buñol. El técnico estuvo desde el primer momento encima de los futbolistas, ordenando que se detuviera el juego a la mínima que observaba una circunstancia que no le terminaba de agradar, o que pensaba que se podía haber ejecutado de una forma diferente. Los futbolistas, obviamente, atendían con los cinco sentidos y trataban de ajustarse a las nuevas directrices del técnico, que poco o nada tiene que ver con su predecesor Mendilibar.

Pese a que las sesiones del vasco estaban llenas de intensidad, pocas veces el ya exentrenador granota explicaba tan al detalle cualquier movimiento que tenía que hacer un futbolista en una situación determinada del juego. Alcaraz, en cambio, no dudaba a la hora de coger a alguno de la camiseta y decirle dónde se tenía que colocar o cómo debía encarar una situación determinada. El partidillo duró casi una hora, pero de juego real no llegaría ni a 30 minutos debido a las constantes interrupciones del técnico granadino. Obviamente, todavía es pronto para sacar conclusiones de los dos equipos en los que distribuyó a los 22 futbolistas de los que dispuso en la mañana de ayer, aunque las muchas bajas -especialmente en defensa- acabarán por condicionar mucho el once que el nuevo técnico alinee en el duelo de mañana en Vigo.

Las ausencias obligaron a Alcaraz a echar mano de tres futbolistas del filial e incluso alguno de ellos podría entrar en la convocatoria para medirse al Celta. Se trata de los centrales Jordi César y Kike Torrent, que cubrieron las bajas de David Navarro y Vyntra; y del lateral zurdo Marcelo Villaça, que ocupó el hueco dejado por Toño.

En definitiva, una sesión de entrenamiento que dejó claro que corren nuevos vientos por Buñol y en la que Lucas Alcaraz evidenció que quiere tener un papel protagonista en el resurgir de este Levante.