A nivel mercantil, la trayectoria técnica granota en 2014 sería propia de una ´operación acordeón´. Después de una salvación holgada con Caparrós, su posterior espantada y la fallida apuesta por Mendiliba, el fichaje de Alcaraz ha cerrado el periodo de devaluación pevio y ha devuelto la estabilidad deportiva. El Levante afronta el nuevo año fuera de puestos de descenso, con una idea de juego definida y de nuevo rentable, de acuerdo con el rendimiento obtenido por el equipo con el granadino: solo dos derrotas y 1,25 puntos por partido, el doble que su antecesor y ya casi al nivel de los del utrerano durante la segunda mitad de la pasada temporada.

Los últimos han sido los meses más convulsos desde 2008, cuando también pasaron hasta tres entrenadores por el banquillo. Entonces se sucedieron De Biasi, José Ángel Moreno y Luis García, quien daría inicio a una etapa de continuismo y calma que prolongaría JIM. Este año, por primera vez durante su mandato, Quico Catalán se ha visto obligado a prescindir de los servicios de un entrenador a mitad de temporada: Mendilibar.

Aunque no fue el vasco, cuya ambiciosa propuesta no caló y llevó al equipo hasta el penúltimo puesto después de ocho jornadas, el responsable de que comenzaran a torcerse las cosas. Ese muerto hay que cargárselo a Caparrós, que sin preaviso, a traición, dejó a los granotas con su propuesta de renovación en la boca y firmó por el Granada. Sucedió finales de mayo, cuando ya se daba por hecha su permanencia en Orriols, entre otras cosas porque el utrerano había trabajado en la confección de la actual plantilla como si así fuera a suceder. Sus números y victorias como la del Derbi pesaban más en el club que sus planteamientos ultradefensivos y su excesiva dependencia de Keylor.

Casi de un día para otro, Manolo Salvador se vio en la tesitura de encontrarle un sustituto de garantías. Creyó encontrarlo de primeras en Mendi, una de sus viejas aspiraciones y un intento por evolucionar radicalmente el proyecto; un «error» que posteriormente reconoció y, a la vista de los resultados, subsanaría yendo a la búsqueda de Alcaraz. Con este, el Levante se presenta otra vez como el equipo rocoso y difícil de batir de antaño.

Entre las aportaciones del granadino, al margen de la drástica reducción del número de goles encajados, destaca su explotación del balón parado. Desde su aterrizaje en el banquillo, hasta cinco goles de los granotas (seis, si se cuenta también el de Copa en Albacete) han llegado por ahí. El último, el que supuso el empate in extremis prenavideño frente a la Real, que permite al Levante mantenerse invicto en el Ciutat en esta nueva era.

Los resultados dan crédito a Alcaraz, que llegó el 22 de octubre con la misión de mantener la categoría y una renovación automática como premio en caso de conseguirla. Pasada la tempestad, en Orriols confían en que se den ambas cosas y Lucas pueda seguir la senda de Luis García y Juan Ignacio. Ambos tuvieron tiempo (tres años el madrileño y dos el de Rabassa) para desplegar su trabajo y propiciaron el lustro más dorado de la entidad.