La incertidumbre se ha convertido en denominador común en Orriols. Al igual que la salvación matemática del conjunto granota, en el aire está a estas alturas el futuro de buena parte de la plantilla (sobre todo los jugadores que acaban contrato, a los que el club no ha comunicado nada de su futuro) y hasta del propio entrenador. Lo de menos es que Lucas Alcaraz renueve su contrato un año más automáticamente en caso de permanencia; en el club hay ciertas dudas sobre su continuidad y van a ser los resultados y la puesta en escena de las últimas jornadas las que decanten la balanza en un sentido u otro.

Si el granadino logra el objetivo pero no convence plenamente, el Levante afrontaría el pago de la penalización liberatoria que pactaron ambas partes cuando se recurrió a sus servicios, a finales de octubre. Ese hipotético desembolso de 200.000 euros ya ha sido asumido por parte de los dirigentes azulgranas, quienes lo preferirían a adoptar una decisión sin pleno convencimiento. La experiencia fallida con Mendilibar, que ha obligado a ir a contracorriente y con la lengua fuera toda la temporada, sigue muy presente para Quico y Manolo. Aquella fue la única destitución de su mandato, después de los aciertos (con más o menos matices) con Luis García, JIM y Caparrós.

Alcaraz está a un paso de conseguir el propósito para el que fue contratado: reflotar al equipo en la clasificación y propiciar una histórica quinta permanencia consecutiva en Liga BBVA. Los resultados son su principal aval; por el contrario, su discurso no acaba de calar en el levantinismo y su pragmatismo táctico podría colisionar con el nuevo modelo deportivo que se plantean presidente y director deportivo. Ambos están decididos a invertir más en la plantilla para lograr un salto de calidad, y falta por determinar si el granadino encaja o no en ese proyecto.

El técnico aseguraba el pasado martes, después del triunfo contra el Córdoba, que «este es el mejor grupo humano» con el que ha trabajado durante sus 25 años en los banquillos. Sin embargo, la convivencia con la plantilla no está siendo tan sencilla como ese discurso denota. Del mismo modo que refuerza su figura la capacidad que tiene para adaptarse a las necesidades del equipo en cada momento por encima de sus postulados, la volatilidad en la que viven los jugadores (son bastantes los que han pasado de titulares a descartes sin solución de continuidad) le debilita de puertas hacia adentro. También es un pro y un contra, al mismo tiempo, su trabajo de estrategia y la independencia que de esta ha tenido el Levante durante distintos tramos de la competición.

Públicamente, Alcaraz no se ha mostrado preocupado por lo que le espera cuando termine la campaña. Insiste una y otra vez, como hace con la plantilla, en la necesidad antes de ir más allá de atar la permanencia. Esta solo sería posible la próxima jornada si los granotas ganasen al Atlético. Cualquier otro resultado dejaría todo por decidir en las últimas dos jornadas. Como sucedería de igual modo siempre que Depor (en San Mamés), Almería (hoy cierra la jornada en su feudo ante el Celta y recibe el domingo al Málaga) y Eibar (esperará el viernes en Ipurua al Espanyol) sumasen más de un punto en los próximos días.