Su primera y última oferta por el Levante es de 56 millones de euros, lo que no significa que Robert Sarver no estuviera dispuesto a cambiarla en plenos contactos con la comisión negociadora. Concretamente, a subirla significativamente, aunque a cambio de traspasar una de las ‘líneas rojas’ impuesta por lo granotas: la inclusión de los principales activos inmobiliarios del club en la venta. La respuesta que obtuvo fue un ‘no’ rotundo de partida, irrebatible, de tal forma que si los accionistas no aceptan finalmente el cambio de propiedad del estadio y la ciudad deportiva a la Fundación Cent Anys, en la junta a celebrar si el patronato vota ‘sí’ el martes, la operación se truncaría.

Esa actitud firme de los interlocutores del Levante en ciertas cuestiones -hasta nueve condiciones pusieron sobre la mesa- es las que llevó al estadounidense a tensar la cuerda durante las reuniones cara a cara mantenidas desde finales de la semana pasada, primero en Madrid y luego en València. Paró varias veces las reuniones, para retomarlas después con una contraoferta más apetecible para la comisión negociadora. Así, una vez descartado que pudiera meter el estadio y la ciudad deportiva en el paquete (su inclusión, decía, estaba destinada a evitar el pago de entre 3 y 6 millones en virtud del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales), sacó adelante una alternativa del agrado de todos: de hacerse con el control del club, tendría la potestad de trasladar en un futuro la ciudad deportiva y cambiar el Ciutat por un recinto nuevo en otro barrio de València.

Durante su exposición a los patronos en el Westin, Sarver incidió en su intención de acercar los campos de entrenamientos a la ciudad en la medida de lo posible. También dijo valorar una ubicación distinta para el estadio, aunque a día de hoy su intención pasa por una remodelación del mismo para una explotación y optimización de los espacios y recursos que este ofrece. De hecho, en la oferta hay una cantidad destinada a las obras que en Orriols habría que acometer.

El estadounidense, que solo ha dejado por atar con la comisión negociadora las condiciones de un futuro convenio club-Fundación, ha defendido desde el primer día su intención de mantener el organigrama actual del Levante. Tanto en los trabajadores de base como en los ejecutivos, con Manolo Salvador en la dirección deportiva y Quico Catalán en el Consejo. Este, eso sí, pasaría a contar con mayoría del grupo inversor que encabeza Sarver. A falta de concretar todos los nombres, su propósito es que el órgano rector lo compusiesen un total de ocho personas: cinco impuestos por él y tres (el presidente y dos más) ‘de la casa’.

El de Arizona, al que unos compromisos personales le reclaman este fin de semana de vuelta en Estados Unidos, cubriría con una ampliación de capital la cantidad restante hasta 56 millones que no abonase por las acciones. La opción de recompra en favor de la Fundación, por 10 años, sería de 5,9 millones.