El Levante y su entorno son en estos momentos un mar de dudas sobre el futuro de Lucas Alcaraz, que tras la permanencia amplió automáticamente su contrato hasta el próximo junio. La figura del entrenador estaba en el punto de mira a nivel interno ya desde antes incluso de su renovación y ahora el mal arranque de temporada en cuanto a sensaciones y resultados ha acabado de ponerla en el disparadero.

Pese al empate in extremis, las alarmas se encendieron ante el Eibar y la derrota en Getafe no ha hecho más que subirles el volumen. Los ofrecimientos empiezan a agolparse y se baraja ya la opción de activar un protocolo de urgencia sondeando candidatos por si los acontecimientos se precipitan y cristalizan en un relevo en el banquillo a plazo corto. En estos momentos ni Quico Catalán ni Manolo Salvador le han trasladado a Lucas que tengan dudas sobre su continuidad ni tampoco hay una decisión adoptada al respecto, aunque sí que se han producido conversaciones de trabajo en las que se le está cuestionando.

Alcaraz, que pese a este contexto tan peliaguado se siente fuerte y con argumentos, tiene pocos partidarios en en el club y su crédito en el vestuario cotiza a la baja, no sólo entre los futbolistas con los que no cuenta. En el Consejo, de hecho, prácticamente hay unanimidad.

Salvando las distancias, la situación es muy similar a la vivida por estas fechas la pasada temporada, cuando fue Alcaraz el que relevó a Mendilibar. El calendario, para más inri, es demoledor en las próximas jornadas: Villarreal, Real Madrid, Real Sociedad y Valencia. Tres puntos de 18 son el pobre bagaje en este inicio de curso, en el que las sensaciones tampoco están acompañando, motivo por el que el club tiene encima de la mesa el dilema de si estirar la estancia de Alcaraz o dar un golpe radical de timón. Una derrota el domingo contra el actual líder de Primera División podría ser mortal de necesidad para el granadino en vísperas del parón liguero.

Los dos últimos partidos han sido definitivos para dejar a Alcaraz contra las cuerdas, ya que ante dos rivales directos como Getafe y Eibar se esperaba un punto de inflexión en la trayectoria renqueante del equipo. El calendario, las circunstancias arbitrales, el cierre en falso del mercado, la sanción de Simao y los primeros contratiempos físicos han sido ingredientes definitivos para llegar a la situación actual, marcada sin duda por la elección del polémico sistema 5-3-2.

De puertas para adentro

Tras la debacle en el Coliseum, este lunes hubo gabinete de crisis en el vestuario de Buñol con una charla entre el técnico y los futbolistas. En ella se habló de cuestiones tácticas, aunque no se incidió especialmente en los fallos cometidos. En su parlamento, el técnico hizo hincapié en aquello que el equipo no hizo y que a la postre fue determinante.

Aunque a raíz de la convulsión provocada por la aventura con Sarver tanto Quico Catalán como Manolo Salvador se encuentran también en el ojo del huracán, lo cierto es que la segunda temporada de Alcaraz ya empezó con la confianza justa. El club desestimó ejercer la cláusula de escape de su contrato, 200.000 euros, y prolongó la vinculación del técnico en base al objetivo cumplido de la permanencia y la holgura con la que se consiguió. Su rescisión rondaría los 700.000. La preocupación es visible en los rostros de los protagonistas, conscientes de que se avecinan días muy intensos si el equipo no reacciona.